Aumenta
la censura. La talentosa caricaturista abandona las páginas de El Universal a
la fuerza, pero seguirá vigente por vías alternas. Rayma puso el dedo en la
llaga: dibujó en un recuadro lo que todo el mundo está pensando sobre el tema
de la salud en Venezuela
Rayma
Suprani acaba de ser despedida de El Universal porque jugó con la firma del
finado Chávez. Vaya sacrilegio. Rayma tiene razón, toda la razón y nada más que
la razón en esa opinión a dos tiempos bajo la fórmula de un cardiograma. La
tiene porque, en efecto, esta crisis sin precedentes lleva la firma
inconfundible del comandante.
La
de la salud y la otra. Esta crisis es el legado del golpista sin escrúpulos que
arruinó al país y destruyó sus instituciones. Esa firma maniacodepresiva que
han puesto hasta en los edificios ahítos de antenas DirecTV fabricados por
bielorrusos o chinos, como si la vivienda fuera un obsequio de quien firma.
Esta
es la hora de reencontrarse con la profesión y reflexionar con calma sobre el
oficio de Rayma y de los demás profesionales que le dieron personalidad a El
Universal en los últimos años; todavía se la siguen dando.
El
oficio del periodismo es clave para desenmascarar la mentira. Como decía
Alberto Salcedo Ramos esta mañana en el programa de César Miguel Rondón
(Salcedo Ramos es un periodista colombiano de visita en Caracas), la verdad no
se puede ocultar, siempre aparecerá. Insistía: no es una metáfora.
No
lo es. La verdad se abre paso a trompicones, o tarda en llegar pero no es tal
elusiva como cabría temerse. A veces es la propia carta robada: la tienes
enfrente y no la ves. Puedes cubrir deportes o política, practicar la
fotografía, la crónica o el dibujo que comenta la realidad con su regusto
ácido; puede que te dediques a analizar datos económicos, a entrevistar misses
o criticar las películas en cartelera.
Si
eres un periodista con cerebro, ajeno a las prebendas que te reporta el acomodo
o el estrellato, sabrás merodear entre los anzuelos y los cantos de sirena
hasta encontrar lo que más se parece a la verdad.
Hay
quien dice que los periodistas en Venezuela han dejado de practicar la
profesión para pasar a protagonizar la política, y eso, desde luego, es cosa
desaconsejable. Sin embargo, ante esa tendencia la respuesta no puede ser la de
un Estado convertido en fuerza de persecución.
El
Estado es el Estado. No puede ser un arma arrojadiza contra quien opina. Por
ejemplo: si hay personas inteligentes de parte del Gobierno, y sin duda las
hay, ¿por qué no le responden ellos a Rayma en su mismo terreno? No con el bobo
filósofo que tienen en las tardes en VTV. No. Con otra Rayma.
Es
que quizás no la tienen. No tienen a alguien con parecidas dosis de talento y
ternura. Esas son las dos cosas principales en Rayma: la acidez talentosa y la
ternura para saber que, cuando alguien ve un dibujo satírico en un periódico,
por muy políticamente profundo que sea el tema, se le remueve su lado niño.
Siempre y cuando ese dibujo haya sido construido, a su vez, de la misma manera,
recuperando la infancia.
A
la élite chavista le encantaría apropiarse de referencias tangibles que mezclen
sentido y sensibilidad, pero no sabe dónde hay de eso. La ternura y la poesía
no se pueden engullir mediante decreto, como una anaconda engulle a su presa.
Por eso Jorge Rodríguez suena tan afectado cuando se pone en plan Neruda.
Nicolás
Maduro quiso enfilar sus baterías contra Ricardo Hausmann pero el economista
está fuera de su alcance. A Rayma la tenía más cerca. Todavía dirá en su
próxima cadena, con su voz ronca que durante sus lapsos quejicas no deja de
parecerse a la de una doncella a punto de ser desflorada por un licántropo, que
la prensa de derecha no va a publicar tal o cual logro de la revolución.
¿Cuál
prensa está dejando viva? Le queda Twitter, y el Gobierno está haciendo
maniobras por apoderarse de la empresa que administra esa aplicación en el
país.
La
idea para una buena pieza de periodismo, sea del género que sea, suele partir
de imágenes y percepciones antes que de juicios o prejuicios. Para enfrentar un
tema desde el punto de mira del oficio es necesario que te fascine el personaje
o el tema que lo envuelve.
Hugo
Chávez es un personaje fascinante, desde luego. Un señor que se puso a
contabilizar los libros dedicados a Chávez alrededor del mundo (ha tenido
tiempo y recursos para ello) da una cifra de cuatro mil títulos en muchos
idiomas. Cuatro mil libros sobre Chávez.
La
inquietud generada por el personaje ha dado para eso: cientos de miles de
páginas con historias, datos, opiniones, balances, anécdotas, etc. Un océano de
información y opinión. A favor y en contra, como tiene que ser. Sin embargo,
aquí, en su tierra natal, su seña fue esconder la información y decapitar la
noticia. Sigue vigente esa seña: el problema no es la epidemia de fiebre
hemorrágica amenazante, sino Rayma y su cardiograma.
Por
Sebastián de la Nuez
Publicado
en Opinión de Tal Cual 19/09/2014
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