viernes, 19 de septiembre de 2014

El problema no es la epidemia de fiebre hemorrágica amenazante, sino @RaymaCaricatura y su cardiograma. Por Sebastián de la Nuez


Aumenta la censura. La talentosa caricaturista abandona las páginas de El Universal a la fuerza, pero seguirá vigente por vías alternas. Rayma puso el dedo en la llaga: dibujó en un recuadro lo que todo el mundo está pensando sobre el tema de la salud en Venezuela


Rayma Suprani acaba de ser despedida de El Universal porque jugó con la firma del finado Chávez. Vaya sacrilegio. Rayma tiene razón, toda la razón y nada más que la razón en esa opinión a dos tiempos bajo la fórmula de un cardiograma. La tiene porque, en efecto, esta crisis sin precedentes lleva la firma inconfundible del comandante.

La de la salud y la otra. Esta crisis es el legado del golpista sin escrúpulos que arruinó al país y destruyó sus instituciones. Esa firma maniacodepresiva que han puesto hasta en los edificios ahítos de antenas DirecTV fabricados por bielorrusos o chinos, como si la vivienda fuera un obsequio de quien firma.

Esta es la hora de reencontrarse con la profesión y reflexionar con calma sobre el oficio de Rayma y de los demás profesionales que le dieron personalidad a El Universal en los últimos años; todavía se la siguen dando.

El oficio del periodismo es clave para desenmascarar la mentira. Como decía Alberto Salcedo Ramos esta mañana en el programa de César Miguel Rondón (Salcedo Ramos es un periodista colombiano de visita en Caracas), la verdad no se puede ocultar, siempre aparecerá. Insistía: no es una metáfora.

No lo es. La verdad se abre paso a trompicones, o tarda en llegar pero no es tal elusiva como cabría temerse. A veces es la propia carta robada: la tienes enfrente y no la ves. Puedes cubrir deportes o política, practicar la fotografía, la crónica o el dibujo que comenta la realidad con su regusto ácido; puede que te dediques a analizar datos económicos, a entrevistar misses o criticar las películas en cartelera.

Si eres un periodista con cerebro, ajeno a las prebendas que te reporta el acomodo o el estrellato, sabrás merodear entre los anzuelos y los cantos de sirena hasta encontrar lo que más se parece a la verdad.

Hay quien dice que los periodistas en Venezuela han dejado de practicar la profesión para pasar a protagonizar la política, y eso, desde luego, es cosa desaconsejable. Sin embargo, ante esa tendencia la respuesta no puede ser la de un Estado convertido en fuerza de persecución.

El Estado es el Estado. No puede ser un arma arrojadiza contra quien opina. Por ejemplo: si hay personas inteligentes de parte del Gobierno, y sin duda las hay, ¿por qué no le responden ellos a Rayma en su mismo terreno? No con el bobo filósofo que tienen en las tardes en VTV. No. Con otra Rayma.

Es que quizás no la tienen. No tienen a alguien con parecidas dosis de talento y ternura. Esas son las dos cosas principales en Rayma: la acidez talentosa y la ternura para saber que, cuando alguien ve un dibujo satírico en un periódico, por muy políticamente profundo que sea el tema, se le remueve su lado niño. Siempre y cuando ese dibujo haya sido construido, a su vez, de la misma manera, recuperando la infancia.

A la élite chavista le encantaría apropiarse de referencias tangibles que mezclen sentido y sensibilidad, pero no sabe dónde hay de eso. La ternura y la poesía no se pueden engullir mediante decreto, como una anaconda engulle a su presa. Por eso Jorge Rodríguez suena tan afectado cuando se pone en plan Neruda.

Nicolás Maduro quiso enfilar sus baterías contra Ricardo Hausmann pero el economista está fuera de su alcance. A Rayma la tenía más cerca. Todavía dirá en su próxima cadena, con su voz ronca que durante sus lapsos quejicas no deja de parecerse a la de una doncella a punto de ser desflorada por un licántropo, que la prensa de derecha no va a publicar tal o cual logro de la revolución.

¿Cuál prensa está dejando viva? Le queda Twitter, y el Gobierno está haciendo maniobras por apoderarse de la empresa que administra esa aplicación en el país.

La idea para una buena pieza de periodismo, sea del género que sea, suele partir de imágenes y percepciones antes que de juicios o prejuicios. Para enfrentar un tema desde el punto de mira del oficio es necesario que te fascine el personaje o el tema que lo envuelve.

Hugo Chávez es un personaje fascinante, desde luego. Un señor que se puso a contabilizar los libros dedicados a Chávez alrededor del mundo (ha tenido tiempo y recursos para ello) da una cifra de cuatro mil títulos en muchos idiomas. Cuatro mil libros sobre Chávez.

La inquietud generada por el personaje ha dado para eso: cientos de miles de páginas con historias, datos, opiniones, balances, anécdotas, etc. Un océano de información y opinión. A favor y en contra, como tiene que ser. Sin embargo, aquí, en su tierra natal, su seña fue esconder la información y decapitar la noticia. Sigue vigente esa seña: el problema no es la epidemia de fiebre hemorrágica amenazante, sino Rayma y su cardiograma.

Por Sebastián de la Nuez

Publicado en Opinión de Tal Cual 19/09/2014

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