Fortaleza y amor es lo que se desprende de las palabras Jeneth
Frías madre de Bassil Da Costa, joven de apenas 23 años que falleció el 12 de
febrero de 2014. Dice ella que no la van a cansar a pesar de los duros golpes
que le dan a su corazón cada vez que se
retrasa alguna diligencia judicial o se le otorgan beneficios o protección a
quienes dispararon contra su hijo. Su relato transcrito con fidelidad, sutileza
y compresión por el periodista Edgar López en El Nacional me motivó a tomar su
reportaje y compartirlo por esta vía. El nivel de detalle de su investigación
nos lleva a una sola conclusión estamos en manos de un régimen de cómplices de
la muerte. No hay intención alguna de investigar abiertamente, ni mucho menos
castigar a los reales asesinos del 12F. La ambición desmedida por el poder de
este régimen está muy por encima del bienestar, la paz y los intereses de los
venezolanos.
Jeneth del Carmen Frías González es una peluquera de 46 años de edad a quien le cambió la vida el asesinato de su hijo, Bassil Da Costa, el primer manifestante muerto en la marcha opositora del 12 de febrero de 2014. En su luto activo, la mujer asiste a todas las audiencias del caso de Leopoldo López. El Nacional logró acceder al expediente del caso del joven carpintero cuyo juicio, a un año del homicidio, todavía no ha comenzado.
No
se conocían personalmente, pero necesitaban hacerlo. Y así ocurrió el 13 de
agosto de 2014 en la sala de audiencias del Palacio de Justicia, donde se juzga
al dirigente opositor Leopoldo López por los hechos violentos con los que
concluyó la marcha opositora del 12 de febrero del año pasado.
Él
tomó la iniciativa: se le acercó, la abrazó y le dio el pésame. Luego, se puso
de cuclillas frente a ella y la tomó de las manos por largo rato. Ambos
tanteaban un mismo rosario de diez cuentas.
“Debes
tener mucha fuerza y mucha fe. Dios no nos desamparará; ni a ti, ni a mí, ni a
los muchachos que todavía están presos, ni a todos los venezolanos que queremos
un cambio”, le dijo la mujer. Le regaló una imagen del Sagrado Corazón de Jesús
y un marcador de libros con la fotografía de Bassil Alejandro Da Costa Frías
acompañada de una oración. Era Jeneth del Carmen Frías González, la madre del
joven carpintero de 23 años de edad, el primer manifestante fallecido el 12 de
febrero de 2014. Tiene 46 años de edad y fortaleza para luchar contra la
impunidad que priva sobre la mayoría de las 43 muertes ocurridas durante el
ciclo de protestas contra el gobierno que se inició hace un año.
En
los últimos doce meses le resta horas a su trabajo como peluquera para
invertirlas en la exigencia de justicia, con el apoyo de los abogados de la
Fundación de Derechos Civiles, Elenis Rodríguez, Joel García y Carlos Aponte.
Con una paciencia que ella misma llena de misticismo, espera el inicio del
juicio contra los acusados por el homicidio de su hijo. Desde el 17 de junio de 2014 está pendiente el comienzo del
debate oral y público ante la jueza 27 de Juicio, Marisol Figueira, pero el
proceso se ha enredado en vericuetos legales que Jeneth Frías no entiende, por
más que sus abogados traten de explicarle la perversidad del retardo procesal.
Jeneth
Frías no solo está atenta al caso de su hijo: ensaya la solidaridad con su
asistencia puntual a todas las sesiones del juicio contra Leopoldo López y los
estudiantes Christian Holdack, Marcos Coello, Demian Martínez y Ángel González.
“Yo necesitaba decirle a Leopoldo que en ningún momento yo lo responsabilizo de
la muerte de mi hijo, que no lo culpo de nada. Yo voy siempre a su juicio para
darle fuerzas, la fortaleza que tengo yo, a pesar de mi dolor, a pesar de la
falta que me hace mi Bassil; que él también se sienta con esa fuerza de seguir
luchando por Venezuela, por nuestros hijos. Porque él también es padre y uno
como padre hace hasta lo imposible por un futuro mejor para sus hijos”,
insiste.
López
le retribuye el gesto y no deja de recordar durante el proceso penal en su
contra: “Allí está la mamá de Bassil, esperando que comience el juicio contra
los homicidas de su hijo. Y no arranca por las maniobras procesales que ha
usado la Fiscalía para proteger a los militares, policías y grupos de civiles
armados por el gobierno. No es casualidad que en las pocas investigaciones que
han avanzado, la misma Fiscalía haya determinado que los asesinos son
funcionarios de los cuerpos de seguridad, lo cual confirma la brutalidad de la
represión que se profundizó hace un año. Jeneth Frías es un ejemplo de dignidad
que justifica los sacrificios que debemos seguir haciendo por el país, antes de
que la violencia nos envilezca como seres humanos”.
Los vicios del
sistema.
En un par de oportunidades, López le ha advertido a la jueza 28 de Juicio,
Susana Barreiros, que no bajará el tono en su esfuerzo de poner en evidencia el
talante autoritario del gobierno de Nicolás Maduro y los vicios del sistema de
administración de justicia. La única vez que se le ha quebrado la voz fue el 18
de noviembre de 2014, cuando relató que su hija Manuela, de 6 años de edad, le
preguntó: “Papi, ¿tú te vas a morir en la cárcel?”.
Ese
día López cumplía 9 meses recluido en la prisión militar de Ramo Verde y le
reclamó a Barreiros haber clausurado el Tribunal 28 de Juicio durante un mes
para demorar la respuesta (finalmente negativa) que debía dar al Grupo de
Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, el Alto
Comisionado para los Derechos Humanos y el Comité contra la Tortura. Las tres
instancias de la ONU habían pedido su liberación. “Usted, que es una jueza provisoria y no
tiene autonomía, como todos los que han intervenido en este caso y más de 70%
de los jueces venezolanos, usted no me va a quebrar”, le ha dicho a Susana
Barreiros.
Siempre
desde el mismo lugar de la sala de audiencias, en el extremo este del primer
piso del Palacio de Justicia, la madre de Bassil Da Costa ha sido testigo de
las pasiones y razones que se expresan en el juicio contra López. Se ubica
detrás de Christian Holdack, el estudiante que permanece detenido desde el 12
de febrero y que infructuosamente ha implorado una medida humanitaria, pues
sufre de dolores de cabeza permanentes y muchas veces se muestra perturbado.
Cada vez que Holdack lo necesita, Jeneth Frías lo abraza y le pide que confíe
en Dios.
Para
ella, el amplísimo apoyo internacional que ha recibido Leopoldo López resulta
lógico, pero le es ajeno. En los mismos bancos de madera destinados al público
que asiste al debate oral y público donde se sienta, han estado al menos una
docena de delegados de organismos y países extranjeros, ninguno de los cuales
ha demostrado mayor interés por la muerte de Bassil Da Costa.
Frías
nunca ha viajado al exterior: “Nooooo, mijo, apenas ahora es que yo estoy
saliendo de mi casa. Y apenas para Caracas, para los tribunales. Ni mi Bassil
ni yo habíamos participado en protestas ni en nada político, pero en los
últimos años él sí me decía: ‘Mamá, hay que hacer algo por este país’. Estaba
muy contento porque había sacado su pasaporte. Su sueño era ir al Mundial de
Brasil. Era un fanático del fútbol: lo jugaba y era de la barra del Deportivo
Táchira, y por eso conoció algunas ciudades de Venezuela”.
Guatire y Ramo Verde. La habitación de
Bassil Da Costa, en esa vivienda sin número del barrio Valle Verde de Guatire,
es como un santuario para sus deudos. Entra mucha luz y las paredes están
pintadas en dos tonos de azul. Sobre la cama hay un balón y cinco cuadros,
cuyos marcos de madera había hecho el joven para la venta. Su foto sobre un
estante, al lado de una Virgen de Betania, un televisor y un equipo de
Playstation. “Parecía un muchachito, pasaba horas y horas en eso de los
videojuegos”, cuenta la madre. En una pared, el uniforme de fútbol y su tabla
de surf; en la otra, una colección de gorras. En los estantes del armario,
simétricamente dispuestos, hay tres perfumes, cuatro relojes, sus lentes, un
desodorante, un mazo de barajas y el primer teléfono celular que tuvo. La
cartera negra de cuero tiene intacto lo que cargaba el 12 de febrero, entre
otras cosas, unos pocos billeticos enrollados con una liga y un par de
condones. “Porque eso sí, yo me esforcé mucho porque mi muchacho fuera
responsable y respetuoso, consigo mismo y con todo el mundo. Nada de estar
regando hijos por el mundo, porque él sabía que yo me tuve que embraguetar muy
duro para ser mamá y papá a la vez, para hacer de él un hombre bueno y
honesto”, se apresura a explicar la mujer.
Lejos
de allí, en el frío de los Altos Mirandinos, hay otra habitación en la que no
entra tanta luz. De la celda de Leopoldo López se sabe lo que cuentan él, sus
padres, hermanas y esposa, así como sus abogados defensores, los únicos que han
podido visitarlo durante casi un año de reclusión. Está en un edificio anexo de Ramo Verde
destinado al castigo de los reos militares que fue remodelado para los presos
políticos. Lo recluyeron en el tercer
piso (el último), en un espacio de
aproximadamente 18 metros cuadrados que incluye un pequeño baño. Allí cabe una
cama individual, un gabinete que funciona como alacena, una cocina de una
hornilla y un horno eléctrico. El resto está ocupado por montones de libros, la
mitad de ellos regalados por familiares y amigos, que lee en un sillón que
perteneció a su bisabuela. Las paredes fueron convertidas en murales y collages
por López y sus hijos: en una pintaron un samán y luego le pegaron pájaros
venezolanos de varias especies que
recortaron de una revista; en otra, la pequeña Manuela dibujó a la familia y
ella se representó como una niña contenta, que levanta una bandera nacional. No
faltan las fotos de sus mayores afectos: hijos, esposa, padres, hermanas. En
otra aparece él en una jornada de toros coleados. La parte interna de la puerta
es una especie de galería de famosos: Simón Bolívar, Gandhi, Nelson Mandela, la
madre Teresa de Calcuta, el papa Francisco, Rómulo Betancourt y Muhammad Alí.
El mapa de Venezuela ocupa un lugar privilegiado y el dirigente opositor también
lo lleva tatuado en la pantorrilla izquierda. Bassil, de igual forma, tenía su
afición en la piel: en la espalda se tatuó una manopla con los símbolos del
Deportivo Táchira.
A
través de cuatro cámaras conectadas a un circuito cerrado de televisión vigilan
todos sus movimientos. No hay intimidad posible, ni siquiera a las 4:45 am de
todos los días, cuando López inicia sus ejercicios espirituales basados en las
enseñanzas de San Ignacio de Loyola. En la octava requisa a su celda, de
madrugada, militares encapuchados lo despojaron del manuscrito de un libro que
había comenzado sobre política petrolera y no ha podido reiniciarlo.
El
promotor del movimiento La Salida y luego de la Asamblea Nacional Constituyente
dice haber conocido un recluso en Ramo Verde que le dijo que allí había dos
opciones: crecer como preso o como ser humano. “Opté por lo segundo. No me van
a dañar el corazón ni la mente”, repite y repite.
Desde
su peluquería, instalada en su propia casa, con la imagen del Corazón de Jesús
detrás de sí, Jeneth Frías también reafirma: “Yo no tengo miedo. Dios es mi
guardaespalda y mi abogado, junto a esos ángeles de Fundeci (la Fundación de
Derechos Civiles, presidida por Elenis Rodríguez). Yo nunca pensé que mi vida
iba a dar un vuelco tan grande. Ahora la lucha por mis hijos es distinta,
porque me mataron a uno. Pero seguiré luchando por las muertes y prisiones
injustas. Sé que puede ser muy duro y que recibiré golpes, como el del nuevo
defensor del pueblo, Tarek William Saab, que se negó a atenderme. Pero mi
Bassil, muy allá donde está, me dice: ‘Mamá, por su corazón noble que usted
siempre ha tenido, siga luchando; no solo por mí, sino por los que quedan
vivos. Y yo le contesto: ‘Bueno, papi, así será’”.
–¿Si
pudiera tener a Bassil de vuelta con usted, aunque sea solo un día, que le
diría, qué haría con él?
–¡Ay!
(suspira). Lo besara, lo abrazara, lo apurruñara, le diría que lo amo. Que le
doy gracias por ser Bassil y por la lucha que dio por su país. Y que yo, su
mamá, voy a seguir esa lucha. Que es la mejor manera de honrar su sacrificio.
Melvin Collazos y un
tal Miguelito
La
Fiscalía recabó pruebas sobre la participación de los funcionarios del Sebin
José Miguel Domínguez, Giovanni Valladares y Melvin Collazos en el homicidio de
Bassil Da Costa; sin embargo, no fueron acusados
La
madre de Bassil Da Costa Frías se enteró de que la Fiscalía había acusado al
comisario del Sebin José Ramón Perdomo Camacho como el autor material del
homicidio de su hijo a través de la prensa. Nunca tuvo participación en la
etapa de investigación fiscal, a pesar de que, como víctima, tenía el derecho
de solicitar todas las diligencias que considerara pertinentes para lograr la
plena identificación, enjuiciamiento y sanción de todos los responsables.
“Todos
los días reviso la página de Facebook Bassil Da Costa Luchador Venezolano, a
ver qué hay de nuevo. Allí se han publicado muchos videos y fotografías que
demuestran la participación de muchas otras personas además de Perdomo, entre
ellos Melvin Collazos y un tal Miguelito”, dice Jeneth Frías.
Ante
la profusión de imágenes difundidas por Internet que revelaron los excesos
cometidos por los funcionarios de los cuerpos de seguridad al finalizar la
marcha, y después de que el presidente Nicolás Maduro reconociera públicamente
que miembros del Sebin habían desobedecido las órdenes de acuartelamiento, la
Fiscalía inició las investigaciones.
El
Nacional logró acceder al expediente 18.978-14 (nomenclatura del Tribunal 48 de
Control) en el que se describe la actuación de los funcionarios de la Policía
Nacional Bolivariana, el Ejército y el Sebin, así como de integrantes del
Secretariado Revolucionario de Venezuela el 12 de febrero de 2014: “…Todos
portando armas de fuego cortas y largas (…) comenzaron a disparar en contra de
las personas que manifestaban específicamente en la esquina donde se encuentra
el restaurante La Cocina de Francy”, en la esquina de Tracabordo en Candelaria
donde cayó muerto Bassil Da Costa.
Seis
días después de los sucesos, el Ministerio Público solicitó ante el juez 48 de
Control, Nelson Moncada Gómez, la aprehensión de 10 funcionarios: el comisario
José Ramón Perdomo Camacho, el agente de la Policía Nacional Bolivariana Andry
Jaspe, el sargento segundo del Ejército Jonathan Rodríguez Duarte, y los funcionarios
del Sebin Manuel Pérez, Edgar Lara, Héctor Rodríguez Pérez, Jimmy Sáez y Jonfer
Márquez. También debían ser apresados
los integrantes de la policía política Giovanni Valladares y José Miguel
Domínguez. Este último es el “tal Miguelito” que refiere la madre de Bassil.
Solo
ocho se pusieron a derecho: faltaron Giovanni Valladares y José Miguel
Domínguez Ramírez. La audiencia
preliminar comenzó el 14 de mayo y se suspendió por más de un mes. En ese lapso
la Fiscalía, que había requerido su captura, borró sus nombres de la lista de
acusados. Todo ello a pesar de que en el expediente hay múltiples pruebas de su
participación en los sucesos en los que, además de Bassil Da Costa, también fue
asesinado Juan Montoya, coordinador del Secretariado Revolucionario de
Venezuela que agrupa a colectivos de Caracas.
La
acusación presentada el 10 de abril de 2014 fue suscrita por los fiscales
Johanna Carolina Peña de Ferro, Carla Cristina Chirinos Silva y Miguel Ángel
Hernández. En el documento, elaborado por el propio Ministerio Público, constan
decenas de pruebas promovidas por este organismo que comprometen a los dos
funcionarios en el homicidio de Bassil Da Costa. Muchas de las pruebas que
recabó la Fiscalía en contra de José Miguel Domínguez Ramírez y Giovanni José
Valladares López fueron admitidas por el juez Moncada Gómez para ser analizadas
en debate oral y público, cuyo inicio se espera desde el 17 de junio de 2014.
En
la página 42 de la acusación se identifica a Domínguez Rodríguez como “alias
Miguelito” y líder de una banda delictiva responsable de al menos 4 asesinatos,
entre ellos el del detective del Cicpc Edison José Flores Padrón. El
funcionario del Cicpc Adrián Escobar, que analizó las imágenes del asesinato de
Bassil que circularon por Internet, certifica la participación de “funcionarios
del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), en compañía de sujetos
integrantes del Colectivo Revolucionario Continente”. Y, más específicamente,
al describir una segunda diapositiva, se indica: “Observamos a los ciudadanos
identificados como Domínguez Ramírez José Miguel y Valladares López, quienes
hacen parte del Colectivo Revolucionario Continente”. En otras imágenes aparecen
con pistolas marca Glock, justo en los momentos en que las accionaron contra
los manifestantes que se encontraban en la esquina de Tracabordo.
En
otra acta de investigación policial fechada el 17 de febrero de 2014 se precisa
que el director de la Policía del Municipio Libertador, Rafael León, certificó
personalmente que Domínguez Ramírez está adscrito a ese organismo con el rango
de comisario, mientras que Valladares López es oficial. El 20 de febrero de
2014, los fiscales entrevistaron al comisario general Cruz Ramón Quintana
Caraballo, director de Acciones Inmediatas del Sebin. Al ser interrogado sobre
Domínguez Ramírez, el director del Sebin informó que está adscrito a la
dirección de inteligencia de la policía política.
El
17 de junio, cuando concluyó la audiencia preliminar, el abogado Nilken
Guerrero, defensor de Andry Jaspe López, se quejó del trato preferencial que
había recibido Domínguez Ramírez, quien inicialmente había sido imputado como
determinador del delito de homicidio en perjuicio de Bassil Da Costa. Destacó
que Domínguez Ramírez se mantuvo prófugo
hasta el 13 de mayo, un día antes del inicio de la audiencia preliminar, con la
seguridad de que sería exonerado de toda responsabilidad.
Moto y pistola. Hay otras omisiones.
En el análisis de la 3°, 24°, 25° y 26° diapositivas se identifica al comisario
del Sebin Melvin Collazos Rangel, en una moto marca Kawasaki, modelo KLR 650,
color negro. Se le describe “apuntando con su arma de fuego a los
manifestantes”. El director de Acciones Inmediatas también verificó que
Collazos Rangel es comisario adscrito a la Dirección de Inteligencia. Así como
sucedió con “Miguelito” y Valladares, la actuación de Collazos Rangel queda
evidenciada en el expediente, pero la Fiscalía nunca lo acusó.
En
definitiva, por la muerte de Da Costa hay ocho imputados y solo está preso José
Ramón Perdomo Camacho, pues el resto de los funcionarios afrontará el juicio en
libertad y solo tienen la obligación de presentarse semanalmente ante el tribunal
de la causa.
La
jueza Marisol Figueira convocó al acto de apertura del juicio en el caso de
Bassil Da Costa para el 6 de febrero, casi un año después del asesinato. Jeneth
Frías tendría que acumular otro golpe, el del diferimiento de la audiencia para
el 20 de marzo. Pero no se amilana y asegura, como Leopoldo López, que no la
van a cansar.
“Me pregunta cómo
está la cosa en las calles y yo le dije que estaba difícil”
El
47° elemento de convicción incluido en la acusación fiscal del caso de Bassil
Da Costa es la entrevista al director de Acciones Inmediatas del Sebin,
comisario general Cruz Ramón Quintana Caraballo, quien reconoce que envió a la
policía política a la calle
“El
día 12 de febrero de 2014, por instrucciones del director general, Manuel
Gregorio Bernal Martínez, y del director de Secretaría, Cristian Medina, del
Sebin, envié un equipo de comando motorizado para monitorear a distancia las
dos marchas que se realizaban en el centro de Caracas, con el fin de verificar
los puntos vulnerables que existieran en las respectivas barricadas de la
Policía Nacional”, precisó el director
de Acciones Inmediatas del Sebin, Cruz Ramón Quintana. De esa forma, aclaraba
que la directiva del Sebin autorizó la salida de los funcionarios a la calle.
Ello a propósito de que el presidente Nicolás Maduro se hizo eco de una
orden de acuartelamiento.
El
funcionario señaló que el comando estaba coordinado por el comisario jefe
Manuel Pérez y que él se trasladó a la avenida Universidad cuando se le
informó que le informó que los agentes
de la policía política estaban siendo atacados:
“Es cuando procedo a hacerle un
llamado a la Comisión de Comandos contra Terroristas para que acudan al apoyo
con la unidad URO (camión negro especial), con perdigones y lacrimógenas para
el rescate de los compañeros motorizados que habían sido emboscados.
“Una
vez que llego a la esquina de Tracabordo, observo que la manifestación está más
distante y se encuentra en la avenida México, por lo que ordené a todas las
unidades y los funcionarios que se agruparan en la esquina de Tracabordo, para
mantener el control de todos ellos, y le notifico a la central de operaciones que ya la
situación estaba controlada. Luego recibo llamada nuevamente del director
general del momento, Manuel Gregorio Bernal Martínez, quien me indica que haga
un despliegue para mantener el monitoreo a distancia, y lo mantenga informado.
Y ordené a todas las unidades que se desplegaran en grupos de dos unidades
vehiculares juntas…”. En la esquina Tracabordo cayó Bassil Da Costa.
Quintana
Caraballo también informó que se comunicó telefónicamente con el ministro del
Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres: “Me pregunta cómo está la cosa en
las calles y yo le dije que estaba difícil. El ministro me indica que nos
retiremos de las calles y di la orden (…) aproximadamente a las 7:30 de la
noche ya no había unidades en la calle…”
Quintana
Caraballo fue requerido en la sede del Sebin de Plaza Venezuela. El director
Bernal Martínez le pidó explicaciones sobre tres funcionarios de la policía
política que aparecían en un video que se había viralizado en Internet. “Me
dice: ‘Explícame esto’. Y yo me asombré
y le expliqué que esos eran los funcionarios del comando motorizado que fueron
atacados durante el día en la esquina de
Tracabordo. No me deja que continúe mi
relato y empieza a negar la existencia de la comisión en la calle, haciendo ver
que habíamos salido sin autorización, por lo que me quedé callado. No quise
caer en controversia, respondiéndole siempre con la palabra ‘entendido’”.
El
funcionario aseguró que la prohibición de salir “con armas visibles y unidades
identificadas”, se emitió, tardíamente, el 13 de febrero.
Fortaleza y amor es lo que se desprende de las palabras Jeneth
Frías madre de Bassil Da Costa, joven de apenas 23 años que falleció el 12 de
febrero de 2014. Dice ella que no la van a cansar a pesar de los duros golpes
que le dan a su corazón cada vez que se
retrasa alguna diligencia judicial o se le otorgan beneficios o protección a
quienes dispararon contra su hijo. Su relato transcrito con fidelidad, sutileza
y compresión por el periodista Edgar López en El Nacional me motivó a tomar su
reportaje y compartirlo por esta vía. El nivel de detalle de su investigación
nos lleva a una sola conclusión estamos en manos de un régimen de cómplices de
la muerte. No hay intención alguna de investigar abiertamente, ni mucho menos
castigar a los reales asesinos del 12F. La ambición desmedida por el poder de
este régimen está muy por encima del bienestar, la paz y los intereses de los
venezolanos.
Jeneth del Carmen Frías González es una peluquera de 46 años de edad a quien le cambió la vida el asesinato de su hijo, Bassil Da Costa, el primer manifestante muerto en la marcha opositora del 12 de febrero de 2014. En su luto activo, la mujer asiste a todas las audiencias del caso de Leopoldo López. El Nacional logró acceder al expediente del caso del joven carpintero cuyo juicio, a un año del homicidio, todavía no ha comenzado.
No
se conocían personalmente, pero necesitaban hacerlo. Y así ocurrió el 13 de
agosto de 2014 en la sala de audiencias del Palacio de Justicia, donde se juzga
al dirigente opositor Leopoldo López por los hechos violentos con los que
concluyó la marcha opositora del 12 de febrero del año pasado.
Él
tomó la iniciativa: se le acercó, la abrazó y le dio el pésame. Luego, se puso
de cuclillas frente a ella y la tomó de las manos por largo rato. Ambos
tanteaban un mismo rosario de diez cuentas.
“Debes
tener mucha fuerza y mucha fe. Dios no nos desamparará; ni a ti, ni a mí, ni a
los muchachos que todavía están presos, ni a todos los venezolanos que queremos
un cambio”, le dijo la mujer. Le regaló una imagen del Sagrado Corazón de Jesús
y un marcador de libros con la fotografía de Bassil Alejandro Da Costa Frías
acompañada de una oración. Era Jeneth del Carmen Frías González, la madre del
joven carpintero de 23 años de edad, el primer manifestante fallecido el 12 de
febrero de 2014. Tiene 46 años de edad y fortaleza para luchar contra la
impunidad que priva sobre la mayoría de las 43 muertes ocurridas durante el
ciclo de protestas contra el gobierno que se inició hace un año.
En
los últimos doce meses le resta horas a su trabajo como peluquera para
invertirlas en la exigencia de justicia, con el apoyo de los abogados de la
Fundación de Derechos Civiles, Elenis Rodríguez, Joel García y Carlos Aponte.
Con una paciencia que ella misma llena de misticismo, espera el inicio del
juicio contra los acusados por el homicidio de su hijo. Desde el 17 de junio de 2014 está pendiente el comienzo del
debate oral y público ante la jueza 27 de Juicio, Marisol Figueira, pero el
proceso se ha enredado en vericuetos legales que Jeneth Frías no entiende, por
más que sus abogados traten de explicarle la perversidad del retardo procesal.
Jeneth
Frías no solo está atenta al caso de su hijo: ensaya la solidaridad con su
asistencia puntual a todas las sesiones del juicio contra Leopoldo López y los
estudiantes Christian Holdack, Marcos Coello, Demian Martínez y Ángel González.
“Yo necesitaba decirle a Leopoldo que en ningún momento yo lo responsabilizo de
la muerte de mi hijo, que no lo culpo de nada. Yo voy siempre a su juicio para
darle fuerzas, la fortaleza que tengo yo, a pesar de mi dolor, a pesar de la
falta que me hace mi Bassil; que él también se sienta con esa fuerza de seguir
luchando por Venezuela, por nuestros hijos. Porque él también es padre y uno
como padre hace hasta lo imposible por un futuro mejor para sus hijos”,
insiste.
López
le retribuye el gesto y no deja de recordar durante el proceso penal en su
contra: “Allí está la mamá de Bassil, esperando que comience el juicio contra
los homicidas de su hijo. Y no arranca por las maniobras procesales que ha
usado la Fiscalía para proteger a los militares, policías y grupos de civiles
armados por el gobierno. No es casualidad que en las pocas investigaciones que
han avanzado, la misma Fiscalía haya determinado que los asesinos son
funcionarios de los cuerpos de seguridad, lo cual confirma la brutalidad de la
represión que se profundizó hace un año. Jeneth Frías es un ejemplo de dignidad
que justifica los sacrificios que debemos seguir haciendo por el país, antes de
que la violencia nos envilezca como seres humanos”.
Los vicios del
sistema.
En un par de oportunidades, López le ha advertido a la jueza 28 de Juicio,
Susana Barreiros, que no bajará el tono en su esfuerzo de poner en evidencia el
talante autoritario del gobierno de Nicolás Maduro y los vicios del sistema de
administración de justicia. La única vez que se le ha quebrado la voz fue el 18
de noviembre de 2014, cuando relató que su hija Manuela, de 6 años de edad, le
preguntó: “Papi, ¿tú te vas a morir en la cárcel?”.
Ese
día López cumplía 9 meses recluido en la prisión militar de Ramo Verde y le
reclamó a Barreiros haber clausurado el Tribunal 28 de Juicio durante un mes
para demorar la respuesta (finalmente negativa) que debía dar al Grupo de
Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, el Alto
Comisionado para los Derechos Humanos y el Comité contra la Tortura. Las tres
instancias de la ONU habían pedido su liberación. “Usted, que es una jueza provisoria y no
tiene autonomía, como todos los que han intervenido en este caso y más de 70%
de los jueces venezolanos, usted no me va a quebrar”, le ha dicho a Susana
Barreiros.
Siempre
desde el mismo lugar de la sala de audiencias, en el extremo este del primer
piso del Palacio de Justicia, la madre de Bassil Da Costa ha sido testigo de
las pasiones y razones que se expresan en el juicio contra López. Se ubica
detrás de Christian Holdack, el estudiante que permanece detenido desde el 12
de febrero y que infructuosamente ha implorado una medida humanitaria, pues
sufre de dolores de cabeza permanentes y muchas veces se muestra perturbado.
Cada vez que Holdack lo necesita, Jeneth Frías lo abraza y le pide que confíe
en Dios.
Para
ella, el amplísimo apoyo internacional que ha recibido Leopoldo López resulta
lógico, pero le es ajeno. En los mismos bancos de madera destinados al público
que asiste al debate oral y público donde se sienta, han estado al menos una
docena de delegados de organismos y países extranjeros, ninguno de los cuales
ha demostrado mayor interés por la muerte de Bassil Da Costa.
Frías
nunca ha viajado al exterior: “Nooooo, mijo, apenas ahora es que yo estoy
saliendo de mi casa. Y apenas para Caracas, para los tribunales. Ni mi Bassil
ni yo habíamos participado en protestas ni en nada político, pero en los
últimos años él sí me decía: ‘Mamá, hay que hacer algo por este país’. Estaba
muy contento porque había sacado su pasaporte. Su sueño era ir al Mundial de
Brasil. Era un fanático del fútbol: lo jugaba y era de la barra del Deportivo
Táchira, y por eso conoció algunas ciudades de Venezuela”.
Guatire y Ramo Verde. La habitación de
Bassil Da Costa, en esa vivienda sin número del barrio Valle Verde de Guatire,
es como un santuario para sus deudos. Entra mucha luz y las paredes están
pintadas en dos tonos de azul. Sobre la cama hay un balón y cinco cuadros,
cuyos marcos de madera había hecho el joven para la venta. Su foto sobre un
estante, al lado de una Virgen de Betania, un televisor y un equipo de
Playstation. “Parecía un muchachito, pasaba horas y horas en eso de los
videojuegos”, cuenta la madre. En una pared, el uniforme de fútbol y su tabla
de surf; en la otra, una colección de gorras. En los estantes del armario,
simétricamente dispuestos, hay tres perfumes, cuatro relojes, sus lentes, un
desodorante, un mazo de barajas y el primer teléfono celular que tuvo. La
cartera negra de cuero tiene intacto lo que cargaba el 12 de febrero, entre
otras cosas, unos pocos billeticos enrollados con una liga y un par de
condones. “Porque eso sí, yo me esforcé mucho porque mi muchacho fuera
responsable y respetuoso, consigo mismo y con todo el mundo. Nada de estar
regando hijos por el mundo, porque él sabía que yo me tuve que embraguetar muy
duro para ser mamá y papá a la vez, para hacer de él un hombre bueno y
honesto”, se apresura a explicar la mujer.
Lejos
de allí, en el frío de los Altos Mirandinos, hay otra habitación en la que no
entra tanta luz. De la celda de Leopoldo López se sabe lo que cuentan él, sus
padres, hermanas y esposa, así como sus abogados defensores, los únicos que han
podido visitarlo durante casi un año de reclusión. Está en un edificio anexo de Ramo Verde
destinado al castigo de los reos militares que fue remodelado para los presos
políticos. Lo recluyeron en el tercer
piso (el último), en un espacio de
aproximadamente 18 metros cuadrados que incluye un pequeño baño. Allí cabe una
cama individual, un gabinete que funciona como alacena, una cocina de una
hornilla y un horno eléctrico. El resto está ocupado por montones de libros, la
mitad de ellos regalados por familiares y amigos, que lee en un sillón que
perteneció a su bisabuela. Las paredes fueron convertidas en murales y collages
por López y sus hijos: en una pintaron un samán y luego le pegaron pájaros
venezolanos de varias especies que
recortaron de una revista; en otra, la pequeña Manuela dibujó a la familia y
ella se representó como una niña contenta, que levanta una bandera nacional. No
faltan las fotos de sus mayores afectos: hijos, esposa, padres, hermanas. En
otra aparece él en una jornada de toros coleados. La parte interna de la puerta
es una especie de galería de famosos: Simón Bolívar, Gandhi, Nelson Mandela, la
madre Teresa de Calcuta, el papa Francisco, Rómulo Betancourt y Muhammad Alí.
El mapa de Venezuela ocupa un lugar privilegiado y el dirigente opositor también
lo lleva tatuado en la pantorrilla izquierda. Bassil, de igual forma, tenía su
afición en la piel: en la espalda se tatuó una manopla con los símbolos del
Deportivo Táchira.
A
través de cuatro cámaras conectadas a un circuito cerrado de televisión vigilan
todos sus movimientos. No hay intimidad posible, ni siquiera a las 4:45 am de
todos los días, cuando López inicia sus ejercicios espirituales basados en las
enseñanzas de San Ignacio de Loyola. En la octava requisa a su celda, de
madrugada, militares encapuchados lo despojaron del manuscrito de un libro que
había comenzado sobre política petrolera y no ha podido reiniciarlo.
El
promotor del movimiento La Salida y luego de la Asamblea Nacional Constituyente
dice haber conocido un recluso en Ramo Verde que le dijo que allí había dos
opciones: crecer como preso o como ser humano. “Opté por lo segundo. No me van
a dañar el corazón ni la mente”, repite y repite.
Desde
su peluquería, instalada en su propia casa, con la imagen del Corazón de Jesús
detrás de sí, Jeneth Frías también reafirma: “Yo no tengo miedo. Dios es mi
guardaespalda y mi abogado, junto a esos ángeles de Fundeci (la Fundación de
Derechos Civiles, presidida por Elenis Rodríguez). Yo nunca pensé que mi vida
iba a dar un vuelco tan grande. Ahora la lucha por mis hijos es distinta,
porque me mataron a uno. Pero seguiré luchando por las muertes y prisiones
injustas. Sé que puede ser muy duro y que recibiré golpes, como el del nuevo
defensor del pueblo, Tarek William Saab, que se negó a atenderme. Pero mi
Bassil, muy allá donde está, me dice: ‘Mamá, por su corazón noble que usted
siempre ha tenido, siga luchando; no solo por mí, sino por los que quedan
vivos. Y yo le contesto: ‘Bueno, papi, así será’”.
–¿Si
pudiera tener a Bassil de vuelta con usted, aunque sea solo un día, que le
diría, qué haría con él?
–¡Ay!
(suspira). Lo besara, lo abrazara, lo apurruñara, le diría que lo amo. Que le
doy gracias por ser Bassil y por la lucha que dio por su país. Y que yo, su
mamá, voy a seguir esa lucha. Que es la mejor manera de honrar su sacrificio.
Melvin Collazos y un
tal Miguelito
La
Fiscalía recabó pruebas sobre la participación de los funcionarios del Sebin
José Miguel Domínguez, Giovanni Valladares y Melvin Collazos en el homicidio de
Bassil Da Costa; sin embargo, no fueron acusados
La
madre de Bassil Da Costa Frías se enteró de que la Fiscalía había acusado al
comisario del Sebin José Ramón Perdomo Camacho como el autor material del
homicidio de su hijo a través de la prensa. Nunca tuvo participación en la
etapa de investigación fiscal, a pesar de que, como víctima, tenía el derecho
de solicitar todas las diligencias que considerara pertinentes para lograr la
plena identificación, enjuiciamiento y sanción de todos los responsables.
“Todos
los días reviso la página de Facebook Bassil Da Costa Luchador Venezolano, a
ver qué hay de nuevo. Allí se han publicado muchos videos y fotografías que
demuestran la participación de muchas otras personas además de Perdomo, entre
ellos Melvin Collazos y un tal Miguelito”, dice Jeneth Frías.
Ante
la profusión de imágenes difundidas por Internet que revelaron los excesos
cometidos por los funcionarios de los cuerpos de seguridad al finalizar la
marcha, y después de que el presidente Nicolás Maduro reconociera públicamente
que miembros del Sebin habían desobedecido las órdenes de acuartelamiento, la
Fiscalía inició las investigaciones.
El
Nacional logró acceder al expediente 18.978-14 (nomenclatura del Tribunal 48 de
Control) en el que se describe la actuación de los funcionarios de la Policía
Nacional Bolivariana, el Ejército y el Sebin, así como de integrantes del
Secretariado Revolucionario de Venezuela el 12 de febrero de 2014: “…Todos
portando armas de fuego cortas y largas (…) comenzaron a disparar en contra de
las personas que manifestaban específicamente en la esquina donde se encuentra
el restaurante La Cocina de Francy”, en la esquina de Tracabordo en Candelaria
donde cayó muerto Bassil Da Costa.
Seis
días después de los sucesos, el Ministerio Público solicitó ante el juez 48 de
Control, Nelson Moncada Gómez, la aprehensión de 10 funcionarios: el comisario
José Ramón Perdomo Camacho, el agente de la Policía Nacional Bolivariana Andry
Jaspe, el sargento segundo del Ejército Jonathan Rodríguez Duarte, y los funcionarios
del Sebin Manuel Pérez, Edgar Lara, Héctor Rodríguez Pérez, Jimmy Sáez y Jonfer
Márquez. También debían ser apresados
los integrantes de la policía política Giovanni Valladares y José Miguel
Domínguez. Este último es el “tal Miguelito” que refiere la madre de Bassil.
Solo
ocho se pusieron a derecho: faltaron Giovanni Valladares y José Miguel
Domínguez Ramírez. La audiencia
preliminar comenzó el 14 de mayo y se suspendió por más de un mes. En ese lapso
la Fiscalía, que había requerido su captura, borró sus nombres de la lista de
acusados. Todo ello a pesar de que en el expediente hay múltiples pruebas de su
participación en los sucesos en los que, además de Bassil Da Costa, también fue
asesinado Juan Montoya, coordinador del Secretariado Revolucionario de
Venezuela que agrupa a colectivos de Caracas.
La
acusación presentada el 10 de abril de 2014 fue suscrita por los fiscales
Johanna Carolina Peña de Ferro, Carla Cristina Chirinos Silva y Miguel Ángel
Hernández. En el documento, elaborado por el propio Ministerio Público, constan
decenas de pruebas promovidas por este organismo que comprometen a los dos
funcionarios en el homicidio de Bassil Da Costa. Muchas de las pruebas que
recabó la Fiscalía en contra de José Miguel Domínguez Ramírez y Giovanni José
Valladares López fueron admitidas por el juez Moncada Gómez para ser analizadas
en debate oral y público, cuyo inicio se espera desde el 17 de junio de 2014.
En
la página 42 de la acusación se identifica a Domínguez Rodríguez como “alias
Miguelito” y líder de una banda delictiva responsable de al menos 4 asesinatos,
entre ellos el del detective del Cicpc Edison José Flores Padrón. El
funcionario del Cicpc Adrián Escobar, que analizó las imágenes del asesinato de
Bassil que circularon por Internet, certifica la participación de “funcionarios
del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), en compañía de sujetos
integrantes del Colectivo Revolucionario Continente”. Y, más específicamente,
al describir una segunda diapositiva, se indica: “Observamos a los ciudadanos
identificados como Domínguez Ramírez José Miguel y Valladares López, quienes
hacen parte del Colectivo Revolucionario Continente”. En otras imágenes aparecen
con pistolas marca Glock, justo en los momentos en que las accionaron contra
los manifestantes que se encontraban en la esquina de Tracabordo.
En
otra acta de investigación policial fechada el 17 de febrero de 2014 se precisa
que el director de la Policía del Municipio Libertador, Rafael León, certificó
personalmente que Domínguez Ramírez está adscrito a ese organismo con el rango
de comisario, mientras que Valladares López es oficial. El 20 de febrero de
2014, los fiscales entrevistaron al comisario general Cruz Ramón Quintana
Caraballo, director de Acciones Inmediatas del Sebin. Al ser interrogado sobre
Domínguez Ramírez, el director del Sebin informó que está adscrito a la
dirección de inteligencia de la policía política.
El
17 de junio, cuando concluyó la audiencia preliminar, el abogado Nilken
Guerrero, defensor de Andry Jaspe López, se quejó del trato preferencial que
había recibido Domínguez Ramírez, quien inicialmente había sido imputado como
determinador del delito de homicidio en perjuicio de Bassil Da Costa. Destacó
que Domínguez Ramírez se mantuvo prófugo
hasta el 13 de mayo, un día antes del inicio de la audiencia preliminar, con la
seguridad de que sería exonerado de toda responsabilidad.
Moto y pistola. Hay otras omisiones.
En el análisis de la 3°, 24°, 25° y 26° diapositivas se identifica al comisario
del Sebin Melvin Collazos Rangel, en una moto marca Kawasaki, modelo KLR 650,
color negro. Se le describe “apuntando con su arma de fuego a los
manifestantes”. El director de Acciones Inmediatas también verificó que
Collazos Rangel es comisario adscrito a la Dirección de Inteligencia. Así como
sucedió con “Miguelito” y Valladares, la actuación de Collazos Rangel queda
evidenciada en el expediente, pero la Fiscalía nunca lo acusó.
En
definitiva, por la muerte de Da Costa hay ocho imputados y solo está preso José
Ramón Perdomo Camacho, pues el resto de los funcionarios afrontará el juicio en
libertad y solo tienen la obligación de presentarse semanalmente ante el tribunal
de la causa.
La
jueza Marisol Figueira convocó al acto de apertura del juicio en el caso de
Bassil Da Costa para el 6 de febrero, casi un año después del asesinato. Jeneth
Frías tendría que acumular otro golpe, el del diferimiento de la audiencia para
el 20 de marzo. Pero no se amilana y asegura, como Leopoldo López, que no la
van a cansar.
“Me pregunta cómo
está la cosa en las calles y yo le dije que estaba difícil”
El
47° elemento de convicción incluido en la acusación fiscal del caso de Bassil
Da Costa es la entrevista al director de Acciones Inmediatas del Sebin,
comisario general Cruz Ramón Quintana Caraballo, quien reconoce que envió a la
policía política a la calle
“El
día 12 de febrero de 2014, por instrucciones del director general, Manuel
Gregorio Bernal Martínez, y del director de Secretaría, Cristian Medina, del
Sebin, envié un equipo de comando motorizado para monitorear a distancia las
dos marchas que se realizaban en el centro de Caracas, con el fin de verificar
los puntos vulnerables que existieran en las respectivas barricadas de la
Policía Nacional”, precisó el director
de Acciones Inmediatas del Sebin, Cruz Ramón Quintana. De esa forma, aclaraba
que la directiva del Sebin autorizó la salida de los funcionarios a la calle.
Ello a propósito de que el presidente Nicolás Maduro se hizo eco de una
orden de acuartelamiento.
El
funcionario señaló que el comando estaba coordinado por el comisario jefe
Manuel Pérez y que él se trasladó a la avenida Universidad cuando se le
informó que le informó que los agentes
de la policía política estaban siendo atacados:
“Es cuando procedo a hacerle un
llamado a la Comisión de Comandos contra Terroristas para que acudan al apoyo
con la unidad URO (camión negro especial), con perdigones y lacrimógenas para
el rescate de los compañeros motorizados que habían sido emboscados.
“Una
vez que llego a la esquina de Tracabordo, observo que la manifestación está más
distante y se encuentra en la avenida México, por lo que ordené a todas las
unidades y los funcionarios que se agruparan en la esquina de Tracabordo, para
mantener el control de todos ellos, y le notifico a la central de operaciones que ya la
situación estaba controlada. Luego recibo llamada nuevamente del director
general del momento, Manuel Gregorio Bernal Martínez, quien me indica que haga
un despliegue para mantener el monitoreo a distancia, y lo mantenga informado.
Y ordené a todas las unidades que se desplegaran en grupos de dos unidades
vehiculares juntas…”. En la esquina Tracabordo cayó Bassil Da Costa.
Quintana
Caraballo también informó que se comunicó telefónicamente con el ministro del
Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres: “Me pregunta cómo está la cosa en
las calles y yo le dije que estaba difícil. El ministro me indica que nos
retiremos de las calles y di la orden (…) aproximadamente a las 7:30 de la
noche ya no había unidades en la calle…”
Quintana
Caraballo fue requerido en la sede del Sebin de Plaza Venezuela. El director
Bernal Martínez le pidó explicaciones sobre tres funcionarios de la policía
política que aparecían en un video que se había viralizado en Internet. “Me
dice: ‘Explícame esto’. Y yo me asombré
y le expliqué que esos eran los funcionarios del comando motorizado que fueron
atacados durante el día en la esquina de
Tracabordo. No me deja que continúe mi
relato y empieza a negar la existencia de la comisión en la calle, haciendo ver
que habíamos salido sin autorización, por lo que me quedé callado. No quise
caer en controversia, respondiéndole siempre con la palabra ‘entendido’”.
El
funcionario aseguró que la prohibición de salir “con armas visibles y unidades
identificadas”, se emitió, tardíamente, el 13 de febrero.
Escrito por el periodista Edgar López
Publicado en el diario El Nacional el 08/02/2015
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