Una de las frases de este
artículo desarrollado, a mi juicio, excelentemente bien, por Daniel Pardo para
BBC Mundo, que duele y a la vez da risa es: "Yo saqué todos mis productos de mi casa, los tengo en lugares donde
nunca va a llegar la policía, donde pago para que me los guarden". Duele
porque allí te das cuenta de la lógica del bachaquero, que es un mal que nunca
se extinguirá y da risa por la parafernalia con la cual ha actuado el Gobierno
vociferando que acabaran con este monstruo, que es hijo de la escasez y de este
régimen fracasado, y del cual no han atrapado al primer bachaquero cuello
blanco ni han puesto preso al primer general o coronel involucrado con el
colosal contrabando de combustible. A continuación tal como está publicado en
la página de BBC Mundo me permito compartirlo en este espacio:
Jaime se dedicaba
exclusivamente al tráfico de drogas hasta que hace dos años un cliente, trabajador
de un supermercado, le ofreció intercambiar marihuana por harina de maíz
precocida.
Desde entonces, el
menudo traficante se dedica –también– al bachaqueo, aquella actividad ilegal
cada vez más común en Venezuela que consiste en revender los productos básicos
que no siempre se encuentran en tiendas y por los que millones de venezolanos hacen
horas de fila a diario.
"Él me planteó el
trueque, y yo dije que sí, que ahí vamos viendo, y cuando vine a ver tenía mi casa llena de productos",
le dice a BBC Mundo en condición de anonimato.
De acuerdo a la Ley de
Precios Justos, que establece precios regulados para productos de primera
necesidad, la reventa de dichos bienes se penaliza con tres a cinco años de
cárcel.
Desde la semana
pasada, el gobierno venezolano reactivó su campaña para acabar con el
bachaqueo, que según el oficialismo es una de las causas principales de la
escasez de productos básicos como parte de una supuesta "guerra económica
contra el pueblo".
El presidente, Nicolás
Maduro, anunció una ley que busca fortalecer las medidas policiales
–articuladas en la llamada Operación de Liberación del Pueblo– para erradicar
al bachaqueo.
"(Los bachaqueros) son una plaga que les está
haciendo daño al pueblo", dijo por su parte Diosdado Cabello, presidente
de la Asamblea Nacional.
Y el alcalde
oficialista de Puerto Cabello, en el centro del país, inició un programa de
trabajo comunitario para la "rehabilitación" de los revendedores
detenidos, que mientras limpian las calles de la ciudad deben vestir un overol
naranja que dice "Soy bachaquero y quiero cambiar".
Tras la caída de los precios del petróleo, las filas
en Venezuela pasaron de largas a kilométricas.
Una hormiga culona
En el último año la
palabra "bachaqueo" –y el consecuente verbo "bachaquear"–se han vuelto parte esencial del vocabulario y la vida de los
venezolanos.
"El miércoles no
puedo trabajar", le dijo a este corresponsal un taxista de confianza.
"Ese día lo dedico al bachaqueo", añadió en chiste para referirse a
su jornada de compras, que cada persona tiene asignadas para determinado día de
la semana dependiendo del número de cédula.
El bachaco es una
hormiga culona típica de esta región de Sudamérica, sobre todo de la frontera
colombo-venezolana.
Allí, hasta hace un
año, los bachaqueros eran personas dedicadas al contrabando de productos y
gasolina a Colombia, país donde estos bienes son decenas de veces más caros.
Pero desde que la
escasez de productos subsidiados ha aumentado en Venezuela, la reventa también
se ha vuelto rentable adentro del país.
Los bachaqueros ya no
son necesariamente contrabandistas que llevan productos de un país a otro, sino
también personas que compran en un supermercado y revenden en el mercado negro,
sea a domicilio o en mercados informales en la calle.
Muchos venezolanos ven
a los bachaqueros como un mal necesario y les compran para evitarse la fila.
Otros, en la línea del
gobierno, los identifican como el origen de la escasez.
Diferentes tipos de bachaquero
Un 60% de las personas
que hacen fila en los supermercados venezolanos en la actualidad revenden los
productos que logran conseguir, según Datanálisis, una encuestadora con base en
Caracas.
Pero eso no significa
que todos los que revenden sean bachaqueros a gran escala: algunas personas
solo revenden lo que les sobra de la compra, otros se dedican a vender fuera
del país y algunos cuentan con una amplia red de contactos que les permite
comprar grandes cantidades de productos que guardan y venden cuando hay una
oportunidad.
Jaime, que anda por la
ciudad en un destartalado y multicolor carro de los años 80, se autodefine como
uno de los últimos: "Yo no soy como la señora que anda por todos lados
haciendo cola, o como el bachaquero que vende su puesto en la cola", dice.
"Lo que yo tengo
es contactos en supermercados y en la distribución que me llaman cuando
consiguen algo".
Mientras muestra que
dentro de la chaqueta tiene varios fajos de billetes, Jaime dice tener unas 15
personas trabajando para él en diferentes partes de la ciudad, cada una con una
función distinta: guardar los productos, empacarlos, conseguirlos.
El traficante dice
estar "preparado" para la nueva campaña del gobierno contra el
bachaqueo: "Yo saqué todos mis productos de mi casa, los tengo en lugares
donde nunca va a llegar la policía, donde pago para que me los guarden".
"Ahí tengo al
menos dos bultos de cada producto: de detergente, de leche, de cuchillas de
afeitar; de jabón tengo 13 bultos".
La reventa de estos
productos se da en promedio por cinco o seis veces el precio original, indica
Datanálisis.
Un litro de aceite de
maíz cuyo precio justo es 28 bolívares se
encuentra en el mercado negro por entre 200 y 250.
Un kilo de pollo
debería valer 65 bolívares, pero es por 600 que se suele encontrar en pequeñas
carnicerías.
Y un kilo de la famosa
Harina PAN, la harina de maíz precocida con la que se hacen las arepas, cuesta 19 bolívares al regulado, pero la gente les paga a los
bachaqueros hasta 100 bolívares.
En medio de la inflación
Críticos del gobierno
aseguran que el bachaqueo, en lugar de una causa, es una consecuencia de la
escasez, que según ellos tiene su origen en el control de precios gubernamental
en medio de una inflación galopante y el estancamiento de la producción
nacional.
En el último año,
además, ha habido una caída importante de los precios del petróleo –la mayor
fuente de divisas del país– que limita las importaciones y exacerba la escasez.
Según Datanálisis, el venezolano
hace un promedio de cinco horas de fila a la semana para comprar productos
regulados.
Y el bachaquero, dice
Jaime, es una solución al inconveniente de la fila.
Por las mañanas,
trabaja como mensajero de una empresa a la que está vinculado hace más de 20
años.
Con eso dice ganar
unos 9.000 bolívares al mes, que equivalen a US$1.400 o US$45 dependiendo de la
tasa de cambio oficial que se use.
El tráfico de
productos le genera unos 50.000 bolívares adicionales, con lo que completa un salario similar al de un ejecutivo de alto
rango.
Pero ni con eso dice
cubrir sus gatos: "Yo tengo cinco hijos, y ahora que vuelven al colegio
tendré que pagar 5.000 bolívares por cada uno para comprar los
materiales".
El venezolano le dedica un promedio de cinco horas a
la semana a la compra básica.
Venezuela tiene hace
más de un año la inflación más alta del mundo: 70%, según la última cifra
oficial publicada en diciembre.
Y este año, aunque no
hay cifras oficiales, el fenómeno se ha desbordado, de acuerdo con la
evaluación de centros de estudios y agencias financieras.
La necesidad de
mayores ingresos y la alta rentabilidad de comprar barato y vender a precio
libre ha hecho que cada vez más venezolanos revendan lo que logran encontrar.
Según Datanálisis, en un 65% de los supermercados no se encuentra el promedio de los
productos regulados.
Pero, analizado por
hogares, la escasez es del 25%.
La mayoría de los
productos regulados, pues, no se venden en mercados: los ofrecen bachaqueros.
Daniel Pardo
Publicado el 19 de agosto de 2015 en BBC Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario