El 20 de mayo de 2000, Ibsen Martínez produjo un artículo de opinión, a propósito de la Campaña de las elecciones generales que se produjeron en nuestro país en aquel año.
Para recordar nuestra historia apelamos a Wikipedia: Las elecciones generales de la República Bolivariana de Venezuela se llevaron a cabo el 30 de julio de 2000. Esta fue la tercera elección bajo la nueva constitución de Venezuela adoptada en el año 1999, siendo la primera para cargos electivos (las anteriores fueron referéndum). Se hizo simultáneamente la elección presidencial para la jefatura del estado, a su vez con las elecciones regionales, municipales y parlamentarias, por esta razón estos comicios son llamados popularmente como "mega elecciones".
En estos comicios Hugo Chávez el presidente de la República en funciones resulta reelegido para el Período (10 de enero de 2001- 10 de enero de 2007), elecciones realizadas solo un año y medio después del periodo presidencial inicial, en vez de pasados los cinco años antiguos (1999-2004) establecidos bajo la Constitución de Venezuela de 1961 pero con la aprobación de la Nueva Constitución de Venezuela de 1999 mediante el Referéndum del 15 de diciembre de 1999 se convocan elecciones para reelegitimar todos los cargos de elección popular cumpliendo con lo establecido en la nueva carta magna, de un nuevo periodo presidencial de 6 años que comenzaría el siguiente 10 de enero.
La campaña electoral se caracterizó por la polarización como las de 1998, se utilizaron feroces recriminaciones entre Chávez y Arias Cárdenas, los favoritos para el sillón presidencial, según los pronósticos.
Arias Cárdenas se presentaba como el candidato del consenso para todos los sectores de la sociedad y declaró que la Revolución Bolivariana, se había desviado de sus orígenes. Chávez prometió que afianzaría la dicha revolución y declaró que no votaran por un traidor, que si traiciona su "amigo del alma" (era la forma como Chávez llamaba a Arias Cárdenas antes de su disidencia), que no hará con el pueblo venezolano. En esa tónica se caracterizaba los días antes de las elecciones.
Sobre esta diatriba que en algún momento distanció a los amigos del alma, Ibsen Martínez tomo una pieza publicitaria en particular, la analizó desde su genialidad, y escribió este artículo que fue reconocido con el Premio al Mejor Artículo Humorístico de El Nacional. 20/05/2000.
1.
En la cuña en la que aparecen Arias Cárdenas y una gallina, decididamente la gallina lo hace mejor.
La gallina se deja ver imbuida de su condición de gallina, pero no sobreactúa: no trata de aparecer más gallina de lo que buenamente es. Se limita a conducirse como soporte argumental del candidato, sin robar cámara.
Séame lícito hacer los comentarios propios de alguien que, como yo, tuvo la televisión por oficio durante años: la gente de producción hizo su trabajo a conciencia: escogieron una gallina que luce ni más ni menos que como ejemplar de concurso. No es cualquier gallina «jabada», adquirida de prisa en Quinta Crespo. O mucho me equivoco o se trata de una gallina de raza Rhode Island, una ponedora legítima.
Cualquier cineasta que haya tenido la experiencia de dirigir un animal ante una cámara, reconocerá que la partenaire de la cuña del candidato Arias Cárdenas tiene casta de estrella: no se distrae ni distrae al protagonista ni al equipo técnico.
Es notorio que no han tenido que atarla por las patas al mesón con nylon traslúcido, que las luces y el dispositivo de audio no intimidan al ejemplar, que no la impacientan las interrupciones y contratiempos del rodaje, que controla esfínteres (cosa esta que en un gallináceo es muy de agradecer cuando se trata de estar confinados durante horas en un estudio de grabación), que no cede al maquinal impulso de picotear el micrófono, que no se da aires de diva, que no hace exigencias extravagantes como Pavarotti o Simone, que no aletea ni cacarea extemporáneamente.
Y, por cierto, la gallina no luce dopada, último recurso que ha arruinado más de una cuña en la que aparecen tigres, leones, caballos, loros, gaticos, perros o aves rapaces.
En uno de esos ilustrativos juicios que sobre las piezas publicitarias audiovisuales suele organizar la revista Producto, la gente de producción habría obtenido la mejor calificación. Sólo que alguien ha debido advertirles que no se trataba de un comercial de alimentos concentrados Purina, sino de una cuña electoral.
El director de la cuña, bajo el notorio influjo del inescapable carisma de la gallina, sostiene la toma en «plano general» durante casi todo el tiempo, con lo que la talla física del candidato es objeto de permanente cotejo con la del animalito.
Los segundos pasan y pasan y la gallina está siempre allí, equiparada al candidato en el encuadre, como elemento que distrae la atención del televidente de no importa qué pueda estar diciendo el otro conjurado del Samán de Güere porque los instintos del televidente están atentos a que ocurra un desenlace insólito.
¿Qué quiero decir con «desenlace insólito» de la cuña? Cualquier cosa que satisfaga y resuelva el suspenso inducido por la visión de un candidato a la presidencia de la República que habla a cámara, apostrofa a Chávez, lo llama cobarde, lo reta a participar en un debate, y todo el tiempo aparece acompañado de una gallina. Como si la gallina fuese su primer ministro. O un arma secreta.
2.
Y ahora una sugerencia, que como toda sugerencia en materia publicitaria, llega siempre tarde: la gallina podría transformarse en Chávez, por ejemplo, por obra de un efecto especial electrónico conocido en el ambiente como “morph,” y entonces Arias Cárdenas podría apostrofarlo y llamarlo cobarde y retarlo al debate y todo lo demás. O bien la gallina podría ser quien dijera, otra vez merced un efecto especial de audio, el “punch line,” la rúbrica o eslogan de cierre de la cuña.
Pero no. Ni siquiera ocurre un «acercamiento» (tal como prescribe la ortodoxia publicitaria del tipo «hard selling», una vez captada la atención televidente) que prescinda oportunamente de la gallina y nos entregue al candidato en primerísimo primer plano.
Muy por el contrario, los protagonistas de la cuña son en todo tiempo, al menos visualmente hablando, la gallina y Arias Cárdenas, Arias Cárdenas y la gallina, con lo que se viola una regla dorada del oficio: la gallina debería ser apenas un “gimmick,” un « réclame », un arbitrio para captar la atención.
Una vez cumplido ese cometido, la gallina debería desaparecer. Como desaparecía el tigre en el tanque, por la sencilla razón de que la protagonista de la cuña no era el tigre sino la marca de gasolina.
A la gallinita bien podría retirarla del set una espigada modelo en leotardo de lycra. O el propio Arias Cárdenas podría echarla a volar, luego de acariciarla, como lo habría hecho el inolvidable Renny Ottolina, quien no habría dejado que nada ni nadie, mucho menos una gallina, le robase cámara.
Pero los asesores de imagen, quizá obsesionados con la idea de subrayar la renuencia de Chávez a debatir con el «runner up», insisten demasiado en darle paritaria visibilidad al animalito a quien, según la lógica algo oscura de la cuña, debemos tomar por un subrogado de Chávez..
Los chavistas más pugnaces quieren advertir en esto de una «naturaleza muerta con gallina», el cariz extranjero de la asesoría de imagen y es difícil no darles la razón: parece en verdad cosa de un asesor gringo, pero de los peorcitos, de los que asesoran candidatos chicanos a alcaldes del condado de Arrastradero, Arizona:
—Let’s picture Chávez up against the wall of his own cowardice.
—¿Qué dice?
—Que subrayemos la cobardía de Chávez.
—Deride this «macho» thing of his. You gotta call him “chicken.”
—Que lo llames «gallina».
—Just gimme thirty seconds, prime time, every single night. That’s all it takes to change the trend of the campaign. Just one TV spot, Colonel.
—¿Y ahora qué dijo?
—Que si lo llamas gallina en horario estelar todas las noches, para el 27 de mayo en la tarde habrá empate técnico entre tú y Chávez.
—¿«Empate técnico»? Eso mismo le dijeron a Salas Römer, que habría empate técnico en setiembre. Y Chávez lo achicharró el 6 de diciembre.
—Aw, c’mon! Salas Römer was a flake, Colonel. You are a true winner. And so is Maggie, the Superhen I brought all the way from Allentown, Pennsylvania.
—Dice que Salas no puede compararse contigo; que tú eres tremendo candidato. Y Maggie también.
—¿Y quién carajo es Maggie?
—La supergallina que trajo de Pennsylvania. Es arrechísima: con ella ha ganado decenas de elecciones en Centroamérica.
3.
El teleprompter, esa cruza de apuntador y «chuleta» electrónica que permite a las lectoras de noticias aparentar fluidez y perspicacia sin tener que acreditar el mínimo cociente intelectual en su curriculum vitae, es la nuez de toda una chistología acerca de los candidatos sin talentos para la oratoria prefabricada.
Durante años circularon en el ambiente publicitario las tomas descartadas de la fracasada campaña presidencial de Piñerúa.
Pero no hay que creer todo lo que se escucha en los cínicos mentideros del mercadeo: los publicistas son gente despiadada, aunque nunca más que sus clientes.
Seguramente exageran quienes han echado a rodar la especie de que en la tomas descartadas de la cuña de Arias Cárdenas y la gallinita, puede verse claramente cómo Maggie se exaspera ante la poca destreza del candidato con el teleprompter y la perspectiva de tener que hacer todavía «una toma más», hasta las tantas de la madrugada.
Ha de saber el lector que Maggie no es una modelito cualquiera: si solamente quisiera aparecer en televisión habría aceptado hacer cuñas de pollos Arturo’s. Pero habría tenido que posar desnuda y Maggie está interesada en crecer profesionalmente y la publicidad política le parece un terreno con futuro para una gallina de alcurnia como ella.
—Me estoy asando —le dice la gallina a Arias Cárdenas, irritada, en una de esas—. Tal vez eso no signifique nada para un tipo como tú, que ha sido gobernador en el Zulia, pero sucede que soy una gallina y cuando digo que esos focos me están asando estoy hablando de algo crucial para mí. A este paso jamás saldremos de este estudio. ¿Por qué no dejas que alguien te doble?
Pero dicen que la mejor toma de descarte es aquella en la que, ya en el colmo de la exacerbación por los retrasos del rodaje, Maggie se hace secar el sudor de la cresta por una asistente de producción, sorbe un poco de agua y con sarcasmo le pregunta al candidato:
—¿Has pensado qué vas a hacer si por una remota casualidad Chávez acepta el reto de un debate televisado contigo? ¿No lo has escuchado nunca por la radio? Parece un predicador evangélico puertorriqueño. Si acepta el debate va a hacer pomada contigo: hablar para Chávez es tan natural como los double-plays para Vizquel o los jonrones para Sammy Sosa. Además, si hay un debate no podrás contar con un teleprompter. Y yo no estaré allí para ayudarte.
Ibsen Martínez
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