Un fantasma recorre
el país, el fantasma del humorismo, contra este fantasma se han coaligado en
santa jauría todos los poderes del Estado, Asamblea Nacional, tribunales de
justicia, los radicales “twitteros” y los policías del pensamiento.
¿Dónde hay hoy un
humorista que no sea acusado de fascista, golpista y agente del imperio? De
este hecho se desprenden dos consecuencias: Que el humorismo es ya reconocido
como un poder por todos los poderes del Estado. Que ya ha llegado el momento de
que los humoristas expongan públicamente y ante el país entero sus
concepciones, objetivos y tendencias y salgan al paso de las fábulas en torno
al fantasma del humorismo con un manifiesto propio.
¿Qué es esto del
humorismo que hace que los gobernantes, hasta los más demócratas, pierdan eso
que llaman la sindéresis? En primer lugar, como dijo Aquiles Nazoa: “el humor
es una manera de pensar sin que el que piensa se dé cuenta de que está
pensando”. El humor es pues, pensamiento de contrabando. Y está demostrado que
las sociedades arbitrarias, autoritarias o abiertamente dictatoriales aborrecen
el pensamiento, porque irremediablemente conduce a la autonomía de criterio y a
la libertad.
El humor, además de
ser expresión del pensamiento libre, tiene otra condición que le hace
particularmente temible: es incontestable. Solo puede ser respondido con una
agudeza superior a la recibida o con la agresión, la persecución o el
silenciamiento. Este hecho lo hace particularmente odioso para el poderoso, que
no puede entender que su omnímodo poder se vea cuestionado por la
“insignificancia” de unos trazos acompañados, a veces, de muy pocas palabras o
de la gracia de un comediante, una representación teatral o un escrito. Y tanto
más le molestará cuanto más arbitrario, personalista y absoluto sea ese poder.
El humorismo se
conecta con la tristeza del ser humano y expresa sus dolores. Decía Wenceslao
Fernándes Flores que el humor es “la sonrisa de una desilusión”.
Por ello el humor se
enlaza con la gente, porque expresa sus angustias cotidianas, sus decepciones.
Decía Gonzalo Torrente Ballester que “el humorismo es siempre una concepción
desencantada del mundo vivida por un hombre que, a pesar de todo y contra toda
razón, no pierde la esperanza…” y he aquí otro peligro del humor: da esperanza
en momentos en los que, a quienes dominan, les conviene que la gente sea sumisa
y acepte acríticamente como diría Chaplin que se le ordene “qué hacer, qué
pensar y qué sentir”.
El otro compromiso
del humor es con la verdad, no porque el humorista sea dueño de ella, sino
porque sabe que detrás de lo que dice hay grandes verdades. Eso no lo decide el
humorista, que como diría Zapata es una suerte de víctima, él no se propuso ser
lo que es, sino que es humorista a pesar suyo. Es la sociedad la que decide que
detrás de lo que dice el humorista hay profundas verdades al identificarse con
ellas y hacerlas suyas. Cuando esas verdades, por temor, no pueden ser dichas
en el terreno de la seriedad, toman inevitablemente el camino del humor, que sabe
sortear muy bien las barreras de la censura y los límites del miedo.
¿Qué sueña en el
fondo el humor? ¿Qué hay detrás de sus manifestaciones? El sueño de un país y
un mundo mejor, más humano y tolerante, donde pensar diferente no sea un crimen
ni motivo de agresiones y persecuciones. El humorismo sueña con gente pensante
e inteligente donde sea la razón y no las pasiones mezquinas la que nos mueva.
La gran tragedia del humorista es que no puede guardar silencio frente a la
arbitrariedad, frente al abuso en contra de los más débiles. El humorista no
puede contenerse porque lo mueve el amor, que le impide aceptar la manipulación
y el engaño de quien detenta el poder y contra eso se rebela. Se rebela
pacíficamente, con el único recurso con el que cuenta: su ingenio irrefrenable,
que mientras más acorralado es, curiosamente, en vez de rendirse, más agudo se
vuelve.
Lo que hace en el
fondo tan fuertes a los humoristas es que no tienen nada que perder sino las
cadenas y un mundo entero por ganar.
¡Humoristas del mundo, uníos!
Tal Cual/ ND. 23
Marzo, 2012
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