Me tomo el
atrevimiento de tomar prestado este artículo de Ibsen Martínez, por tratarse de
un artículo que por su lógica tan venezolana quería incorporarlo a mi blog.
Además, aunque no lo conozco en persona, debo confesar que profeso hacia Ibsen
una gran admiración y respeto.
Parece obvio al menos que la discutible ventaja que
durante meses pudo aportar la incertidumbre médica al bando chavista ya se ha
perdido para siempre. Ya nadie exclamará “p’a mí que es un montaje”, ni se dirá que “el bicho está bueno y sano y nos
espera en la bajadita”.
Entre los superlativos mundiales que informan
nuestras más desaforadas fantasías compensatorias, está no sólo la de que
nuestras compatriotas son las mujeres más bellas del planeta y la de que “para
shortstops de grandesligas, nosotros”, sino la de que ahora seamos un país en
el que casi todo ciudadano es un oncólogo de alta competencia.
Es verdad que todavía nadie,que se sepa, ha
propalado con orgullo patriotero que, además de ser los más obstinados
bebedores de whisky escocés del mundo, tenemos, demográfiamente hablando, la mayor densidad de oncólogos por kilómetro
cuadrado que registren los anales de la Organización Mudial de la Salud. Pero
no tardaremos mucho en ello, a juzgar por el hervor de “twits” que se ha
suscitado durante el pasado Carnaval.
En un artículo publicado en la revista “Zeta”, hace
ya algún tiempo, me hacía yo eco de esta inopinada idiosincracia nacional:
quien más, quien menos, cada venezolano es un manager de tribuna autodidacta en
materia de oncología presidencial latinoamericana. Propongo llamar “oncólogos
de mentidero” a estos especialistas silvestres, en alusión a una voz castiza de
abolengo. El Diccionario de la Real Academia define “mentidero” como “sitio
donde se junta la gente ociosa para conversar”. La geografía nacional es
pródiga en mentideros. Uno de los más conspicuos e influyentes mentideros es el
“Café Arábica”, que me honro en frecuentar.
Tengo, en
efecto, mucho trato con la ilustre
corporación de los mentideros porque me pasman e ilustran las elucubraciones de
los más avispados que yo en cuestiones de política doméstica. Ostenta el
personal del mentidero entre nosotros el mismo cariz moral que el gran Machado
acordaba a la parla entre gitanos: “ Se mienten, mas no se engañan”.
Así, en los mentideros – que en Caracas, a menudo,
son bares anejos a un restorán de carnes, bueno, malo o regular – bien podrían
colgar un cartel que rezara: “Aquí se miente,
caballo, pero no engañamos a nadie”.
Desde luego, hay que resignarse a que en los mentideros circulen no
tanto las ideas complejas como los temas mondos y lirondos que rumian en el
prado de las generalidades.
Con todo, decía,
he escuchado en ellos más de una elucubración insostenible que, sin
embargo, me ha alentado a pergeñar de
vez en cuando un articulillo como el que está usted leyendo: una
prescindible bagatela de opinión de esas que, sin embargo , hay que escribir de
cuando en cuando, pensando siempre en
los bleachers: en la gritona gradería del vulgo parlero, a quien Dios guarde.
El tema – la asignatura, mejor dicho – que
últimamente está en boga en los mentideros caraqueños es la oncología.
2.-
Fue en un mentidero caraqueño donde escuché por
primera vez la expresión “leiomiosarcoma de vejiga”. He escuchado también decir cosas como “el
hombre hizo un síndrome de Cushing”. A lo que otro sabihondo responde, inquisitivo:
“¿Un Cushing iatrogénico o un Cushing tapa amarilla?” Cada vez que oígo la
palabra “cistectomía” me dan ganas de orinar pero me sale espuma. Una mañana me
sorprendí tramolando en la conversación familiar frases como “piso pélvico”
o “metástasis a distancia”. Remataba yo
mi artículo de “Zeta” rindiendo cumplido homenaje a los oncólogos más señalados
de Gran Mentidero Nacional: los taxistas. Fue a uno de ellos, que me trajo a
casa desde un mentidero, a quien escuché
decir hace varios meses: “Al hombre lo están matando con tanta dexamatasona y
tanto oxalplatino. Se ve clarito”.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo lo sabe usted?
— Porque
tengo un pana que es mecánico dental en Artigas y tiene una movidita con una
chama que trabaja en la lavandería del Hospital Militar.
— Me
perdona, pero ¿qué puede saber esa chama de oncología?
— Hasta
allá no le llego, mi dóctor. Pero ese el diagnóstico: Demasiada dexametasona
matacaballo.
3.-
Bromas aparte, el vendaval de twits portadores de
rumores que tanto indignó a los lanzallamas del gobierno no se habría
levantado sin el secretismo totalitario
con que Chávez y sus managers cubanos han afrontado la emergencia de una
enfermedad grave. ¿Cuál será el efecto que, en la campaña, habrá de tener el
reconocimiento sin esguinces de que al candidato del socialismo del siglo XXI
hay intervenirlo por causa de lo que parece una recidiva a escasos siete meses
del día de las elecciones? “Recidiva”: he ahí una palabra que no acudió en
auxiio de Gran Charlaáàn cuando tartajeó en Barinas aquello de “otra lesión en
la misma zona donde antes había una lesión.”
No soy analista, ¡Dios me libre!, pero parece obvio
al menos que la discutible ventaja que durante meses pudo aportar la
incertidumbre médica al bando chavista ya se ha perdido para siempre. Ya nadie
exclamará “p’a mí que es un montaje”, ni
se dirá que “el bicho está bueno y sano y nos espera en la bajadita”.
Tal argumento, en el fondo abstencionista, se ha
esfumado. Y en el país del 5 y 6 y el boleto a ganador ya hasta los electores
más remisos y “ni-ni” comienzan a vislumbrar las posibilidades muy reales de
ganar la presidencia que tiene “la línea nacional” Capriles Radonski. El 12F y
esta emergencia de quirófano habanero les ha robado, Chávez y Raúl, la
iniciativa y el norte mediáticos. Elías Jaua tendrá, en lo sucesivo, que inaugurar él solo las fábricas de neveras
bioelurusas.
Digámoslo benévolamente: el Máximo Líder está de
reposo absoluto y el candidato de la burguesía y el imperialismo anda
recorriendo el país, sin prisa, como una fuerza tranquila. ¿Alguien quiere
apostar?
Publicado el 23 de febrero, 2012
Tomado de http://www.ibsenmartinez.com/
@ibsenM
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