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lunes, 4 de noviembre de 2013
Aseguran que el lenguaje oficial apunta a la sumisión social. De Ender Marcano - El Universal
La palabra es un arma muy poderosa, y el Gobierno hace uso de ella a su manera y conveniencia. No solo con misiones, planes y repartición de dinero la revolución se mantiene en el poder, hay algo más. Analistas sostienen que en los últimos 14 años el uso del lenguaje por parte de las autoridades, ha sido un elemento calculado que persigue no solo la distorsión de la realidad, sino también crear una sociedad sumisa, incapaz de rebatir el argumento oficial. ¿El objetivo final?, mantener el poder.
Aunque términos como afrodescendientes (negros) y privados de libertad (presos) en su momento incluso fueron objetos de burla, estos serían una muestra de la función política de la manipulación del lenguaje. "Se parte de la premisa de que el lenguaje, las palabras, imágenes, frases, condicionan la interpretación de la realidad; no se utilizan solo para comunicar", comenta el abogado y licenciado en filosofía Luis Herrera Orellana.
Agrega que en la medida que desde el Gobierno se van incluyendo estos nuevos términos, se produce una desnaturalización del lenguaje que a su vez "deja anulados a los destinatarios para evaluar la realidad".
De acuerdo con lo que sostiene el jurista, en la medida en que es mayor el control sobre el lenguaje por parte de las autoridades, "se domina la conducta política de las personas". Cuando se logra la vinculación de las personas con el nuevo lenguaje, se llega a otro escalón. "Busca que las personas sean pasivas y obedientes al plan y al orden oficial. Además que sean sumisas y no haya interpretación de la realidad", dice Herrera Orellana.
Ficción revolucionaria
¿Pero por qué dentro de la revolución se buscaría que no haya más de una interpretación de la realidad? El politólogo Ángel Álvarez lo argumenta de una forma muy sencilla: la ineficiencia.
Sostiene que las revoluciones son "ineficaces" al momento de resolver los problemas reales de las personas, pues "son una excusa para cambiar una élite y que llegue otra al poder; el propósito no es resolver problemas", señala el analista.
Cuando a esta postura se suman datos como que Venezuela posee la tercera tasa de homicidios más alta del mundo (según la ONU), la inflación promedio de la última década es la más alta de la región y la del 2013 superará 50%, esto junto a una escasez promedio de 20%, deficiencias en el suministro eléctrico y otros servicios públicos, todo parece explicar la necesidad de que se cree una realidad oficial de lo que sucede en el país. Es allí donde los eufemismos y disfemismos entran en escena.
Álvarez explica que esta forma del lenguaje viene a ajustar la realidad a la conveniencia oficial. "Es la inversión de la realidad y además distorsionada por la ideología", indica.
Como ejemplo concreto coloca el problema de la escasez. "Cuando es una consecuencia de la política económica, el Gobierno dice que es acaparamiento", dice Álvarez, quien también agrega los señalamientos del oficialismo contra los sectores de oposición a los cuales se acusa de antidemocráticos y fascistas, "cuando el Gobierno es el que tiene un comportamiento antidemocrático".
En cuanto a la supuesta actitud fascista de los opositores, el politólogo recuerda los afiches pegados la semana pasada en las calles de Caracas que acusan a Leopoldo López, María Corina Machado y Henrique Capriles Radonski, de los problemas que atraviesa el país, acción replicada de la Alemania Nazi cuando se señalaba a los judíos.
"Es una percepción errada del mundo y eso es lo que se quiere mostrar a la gente. No quieren que la gente vea lo que realmente sucede en el país", dice Álvarez.
Antonio Pasquali, licenciado en filosofía y experto en comunicación, incorpora otro elemento. Sostiene que el chavismo ha apelado a estos nuevos términos para inducir la falsa creencia de que había cierto trato despectivo hacia la población antes de que ellos llegaran al poder. "El chavismo acudió a este estratagema retórico para inducir la falsa creencia de que antes de ellos los ahora "privados de libertad" eran despectivamente tratados de "presos", cuando en realidad solo ha cambiado el nomen (nombre) pero no la res (cosa), y el rosario de muertos en las cárceles continúa", indica.
De acuerdo con Pasquali, esta transformación de la realidad también persigue cambiar la "moral social" del venezolano y acabar con los valores "burgueses". El experto argumenta que el chavismo a través de la desfiguración semántica del habla, busca "la transfiguración de lo que las Constituciones llaman la 'moral social' de un pueblo".
"Esta fue la misión no escrita confiada por (Hugo) Chávez a Silva, del programa 'La Hojilla', su programa favorito: banalizar a escala nacional el peor lenguaje cuartelero y prostibulario para violar los valores 'burgueses' hasta su extinción".
Un solo canal
Mostrar la realidad acomodada a los intereses oficiales requiere que se divulgue solo una versión de los hechos. Álvarez y Herrera Orellana comentan que en un contexto donde el Gobierno quiere imponer su verdad el contraste que puedan hacer las personas con acceso a otras fuentes, es una amenaza.
Las fuentes no se circunscriben únicamente a medios de comunicación con versiones diferentes, sino también a la educación, conocimiento y cultura general de los ciudadanos.
Ender Marcano - El Universal
Publicado 4/11/2013
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