Mañana 24 de diciembre, vendrás,
como todos los años. Sé que te estoy escribiendo algo tarde, pero sabes que los
venezolanos lo dejamos todo para última hora. El año que viene se nos presenta
bastante complicado. Para comenzar, es año electoral, lo que en Venezuela
equivale a decir, en los últimos tiempos: pesadilla en la calle del infierno.
Sería bueno que el año que viene
cambiáramos de gobierno, digo yo. No es una petición, porque sé que no te metes
en eso desde que dejamos de lado el derecho divino de los reyes, pero te pido
no que nos lo cambies, sino que nos des el ánimo para cambiarlo. No es que este
sea malo, es realmente excelente. ¿Qué digo excelente?, excelentísimo.
Excelentísimo y reverendísimo,
sobre todo esto último. Pero hasta la belleza cansa y el amor acaba.
Sólo te pido ánimo para
cambiarlo, por aquello que decía el Libertador de quien se acostumbra a mandar
y a obececer. Sólo quiero un nuevo gobierno, ni siquiera pido uno bueno, uno
nuevo, sólo para recordar que también se puede cambiar de mal gobierno, que
eso, aunque parezca que no, da cierta esperancita y que en una de esas de tanto
probar la pegamos.
Querido Niño chiquitico, Niño
parrandero, quisiera pedirte que nos abras el entendimiento, para que
comprendamos que nuestro destino está en nuestras manos y que tenemos mucho por
hacer, entre otras cosas salir a votar sin miedos pendejos ni justificados.
Dale al gobierno sensatez (sé que estoy abusando) y a la oposición sabiduría y
templanza para evitar caer en la tentación de pagar con la misma moneda.
Que esta lección nos sirva para
entender que no se construye un país enfrentando a unos contra otros, que del
odio no queda más que el odio mismo, que merecemos un país diferente y mejor,
que podemos construirlo en paz, que estamos más de acuerdo de lo que se nos
hace creer, que nuestra principal riqueza somos nosotros mismos.
En fin, querido Niño: quiera Tu
Papá, que eres tú mismo, que el año que viene sea un año de reencuentro con la
idea de que Venezuela es nuestra casa, nuestra tierra prometida, nuestra
esperanza y nuestro futuro.
Bueno, querido Niño, que nazcas
bien, sin Herodes que te persigan, en una maternidad decente, con leche,
pañales, educación, cultura y amor, pero, muy especialmente, con libertad, uno
de los mayores dones con los que Tu Padre, que es el nuestro, nos ha prodigado.
Por Laureano Márquez publicado en Tal Cual el 23/12/2011
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