Que broma tan seria le echó este Gobierno revolucionario a la producción venezolana, ejemplo de ello es lo ocurrido con el Grupo San Simón en el Zulia. En abril de 2012 se ordenó la militarización y posterior expropiación de este consorcio agroalimentario zuliano San Simón. La Guardia Nacional, por orden del Ministerio de Tierras, intervino las cuatro plantas de la compañía que producían leche, jugos, carne, pasta y aceite de palma. Recientemente uno de sus trabajadores me reveló que a este grupo solo le quedaba un mes de vida financiera. Así es, decía preocupado este trabajador: “Lo que tardo 19 años en desarrollarse, esta revolución, en tan solo un año, lo llevó a la quiebra, solo queda dinero para pagar un mes de nómina”.
La razón de ser de este consorcio, antes del “barbarazo revolucionario”, y de acuerdo a su visión, era ser “una corporación agroalimentaria orientada a producir y comercializar alimentos de consumo masivo, cumpliendo estrictos estándares de calidad, con un talento humano comprometido con la excelencia, innovando continuamente para superar las expectativas de nuestros clientes y consumidores”. Luego de la expropiación, aquella visión se desvaneció, quedando reducida a unos productos que ya desaparecieron del mercado, plantas abandonadas, deterioradas, sin producción, con trabajadores cabizbajos que cumplen sólo horario y a punto de sucumbir a la quiebra.
“Nuestros depósitos fueron saqueados por orden de la gerencia roja. En la reciente campaña nos ordenaron despachar nuestro inventario a otros estados y al comando de campaña del PSUV. En los mítines y caravanas de los candidatos a gobernadores por el partido rojo suministraban “gratis” estos productos, desangrando a la empresa, que nunca recibió ni un bolívar en inversión, ni para mantenimiento, ni para adquisición de materia prima, ni en personal”, reclamaba el trabajador del consorcio zuliano expropiado.
Este relato, lamentablemente, se repite una y mil veces entre los trabajadores de las empresas expropiadas en todo el país. Confiscaciones que se han ejecutado sin pericia, sin patrones gerenciales ni profesionales, con la improvisación y el servilismo político como únicas directrices, dando como resultado, anaqueles vacíos, desabastecimiento, quiebra de empresarios, inflación, corrupción y desempleo.
Contrastando realidad y discurso, resulta contradictorio y bipolar escuchar las palabras de Nicolás Maduro sobre la necesidad de una mayor producción como salida a la crisis, cuando en realidad actúa como indolente sepulturero de la producción y el empresariado venezolano.
Por Letty Vásquez / @AloLetty
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