“Los números matan, alarman y nos
dejan en evidencia, por ende hay que ocultarlos, negarlos y/o maquillarlos”,
esta pudiera ser la instrucción que acató la ministra de Salud, Isabel Iturria para
controlar y restringir las cifras de afectados por el virus AH1N1, también, tal
vez, fue la tesis que llevó a la eliminación de los reportes semanales del
CICPC a cerca de los índices delictivos, y la instrucción recibida y acatada por
todas las instancias del Gobierno nacional que han restringido a su mínima
expresión el acceso a la información, socavando la credibilidad de la “fuente
oficial”.
Según la ministra de Salud, los
medios de comunicación han creado una paranoia colectiva respecto al virus
AH1N1, de acuerdo a un ministro del Interior han generado “una sensación de
inseguridad” y según el mismo Presidente, los medios se han convertido en especie
de legión del mal que revelan números y propagan información sesgada y negativa
de un país socialista, feliz, próspero y donde abundan las libertades. A eso ha
quedado reducido nuestro país, una nación sin números, ni indicadores, por ende
sin planificación.
Antes de la implementación de las
restricciones numéricas, las cifras, los balances y los informes periódicos eran
un principal insumo para generar primeras planas y noticias de abrir en las
rondas informativas. Se podía deducir el incremento o la disminución de los
índices, se podía celebrar la efectividad de un plan o una acción.
El número como tal no es la noticia,
lo es si, la interpretación que se genere de ese dígito. Cito para el mejor entendimiento
de la idea un ejemplo del periodista independiente Michael Blastland, que en la
sección “Consejos para trabajar con cifras en las noticias” plantea lo
siguiente: “Si le digo que se bebe más durante la recesión, podría decirme que
se debe a que todos están deprimidos. Si le digo que se bebe menos, podría
decirme que es porque nadie tiene plata. Dicho de otro modo, lo que digan los
datos no incide en la interpretación que usted esté decidido a hacer, a saber,
que las cosas están muy mal no importa lo que suceda con la bebida. Si aumenta,
es malo; si se reduce, es malo. La cuestión aquí es que si usted cree en los
datos, trate de dejar que hablen antes de imponerles su propio estado de ánimo,
creencias o expectativas”. Y añado que la supresión o negación de las cifras,
en vez de legitimar o generar certidumbre, por el contrario genera nuevas
interrogantes y dudas en torno al portavoz de la información.
Cuando en Venezuela se resuelva
desmitificar las cifras, a partir de ese momento vamos a tener la posibilidad de medir la
efectividad o la ineficiencia de una gestión, acción o plan. Mientras existan regímenes que
piensen que los números matan, nunca llegaremos a esa Venezuela de progreso y
de futuro que todos queremos.
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