miércoles, 8 de mayo de 2013

El librito azul dice: Los Diputados obedecerán sólo a su conciencia



Los hechos acaecidos en el hemiciclo el pasado 30 de abril son producto de la distorsión gradual de la esencia de la Asamblea Nacional. La búsqueda frenética y fanática por imponer y perpetuarse en el poder  ha derivado en la perdida de la naturaleza del poder legislativo y hasta en la pérdida de memoria.


El deber ser nos indica que la Asamblea Nacional es la representación de la población a través del mandato otorgado por el voto popular. Esta delegación del pueblo exige que el parlamento sea la representación proporcional de la población. En otras palabras la Asamblea Nacional como cuerpo parlamentario debería reflejar a la población en su diversidad de opiniones y regiones.

La arbitraria e inmoral decisión de Diosdado Cabello de supeditar caprichosamente la voz y la conciencia de los parlamentarios a la obligación de reconocer o “doblegarse” ante Nicolás Maduro, representa entonces una violación flagrante y descarada a los  principios de diversidad, representación proporcional y la  libertad de conciencia, atributos esenciales del parlamentarismo.

El juego de poder ejercido por el Presidente de la AN aquella tarde de abril, nos obliga a recordar episodios de la historia del entonces Teniente Cabello que participó en los sucesos del 4 de febrero de 1992. Un fallido golpe de Estado que pretendió desconocer al entonces presidente constitucional Carlos Andrés Pérez.

Con este acto, el rebelde teniente Cabello irrespetó al Presidente legitimado por un pueblo que lo eligió con abrumadora mayoría. CAP resultó electo en los comicios del 4 de diciembre de 1988 con 3.879.024 votos (52, 91% de los sufragantes), hasta esa fecha, el mayor número de votos en valores absolutos. Estos resultados fueron reconocidos por el resto de los candidatos y partidos, y nadie puso en duda el rol del ente electoral.

En términos de legitimidad, gobernabilidad, reconocimiento de resultados y claridad del ente electoral, si contrastamos los procesos electorales de 1988 y del sobrevenido evento del 14 de abril de 2013, no queda duda sobre cuál Presidente merecía el reconocimiento y quien no.   

Con este refrescamiento de la historia del entonces Teniente al hoy Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, lo que deja en evidencia  es una descarada  hipocresía o la ausencia total de moralidad, al exigir al resto del mundo el reconocimiento o no de cualquier rango, cargo o investidura.

Se ejercita la descarada hipocresía cuando, por un lado  se clama a todo pulmón el respeto a la Constitución, y a la vez se viola y niega   lo contenido en ella, como lo contemplado en su artículo 201, donde se lee textualmente: “Los diputados o diputadas son representantes del pueblo y de los Estados en su conjunto, no sujetos o sujetas a mandatos ni instrucciones, sino sólo a su conciencia. Su voto en la Asamblea Nacional es personal”.

Por Letty Vásquez / @AloLetty

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