Hoy más que nunca, en medio de este ambiente de crispación política, se pone en vigencia esta pieza de singular oratoria que data de 1.967, "El Discurso de su Excelencia el Embajador" de Mario Moreno "Cantinflas". Para muchos unas lineas de humor sin sentido, para otros, un fiel retrato de la bizarra imagen de muchos lideres latinoamericanos, "cantinfléricos" a tal punto, que en más de una ocasión por sus ocurrencias, se han convertido en el centro de las burlas de otros mandatarios y periodistas de diversas y lejanas naciones. Por su pertinencia y por ser el mejor ejemplo de lo que se ha aceptado ya como "lenguaje cantinflérico", recordamos acá en video y texto, aquel famoso discurso expresado magistralmente por el maestro "Cantinflas". Si encuentra cualquier parecido con nuestra realidad... esa era la intención.
Me
ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque, como
quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la
insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni
económico, ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis
palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados.
Señores
Representantes: estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se
enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el
hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un
pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos
aparentemente irreconciliables, que dado el singular caso, que queda en solo un
voto. El voto de un país débil y pequeño pueda hacer que la balanza se cargue
de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una gran
báscula: por un platillo ocupado por los Verdes y con otro platillo ocupado por
los Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según
donde yo me coloque, de ese lado seguirá la balanza. ¡Háganme el favor!… ¿No
creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? No considero
justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir
bajo un régimen político y económico que no es de su agrado, solamente porque
un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar, en un sentido o en
otro.
El
que les habla, su amigo… yo… no votaré por ninguno de los dos bandos (voces de
protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones:
primera, porque, repito que no sería justo que el solo voto de un
representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera el destino de
cien naciones; segunda, estoy convencido de que los procedimientos, repito,
recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos (voces de protesta
de parte de los Colorados); ¡y Tercera!… porque los procedimientos de los
Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos (ahora protestan los
Verdes). Y si no se callan ya yo no sigo, y se van a quedar con la sensación de
saber lo que tenía que decirles.
Insisto
que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las
ideas son respetables, aunque sean “ideítas” o “ideotas”, aunque no esté de
acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor
(señala), o ese de allá de bigotico que no piensa nada porque ya se nos durmió,
eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos. Todos creemos que
nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y
hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de
imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos
cuales y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien? Tan
fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de vivir de cada
quién. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más
grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz”
(aplausos). Así me gusta… no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la
sinceridad de mis palabras.
Yo
estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia (alusión
a Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos de
luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la
barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos
podemos decir que nos volamos la barda (risas). Pero no la barda de las ideas,
¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual dejaremos de ser
hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.
Este
es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y
su sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo les
pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países? Dicen defender los
Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen siquiera el
derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de
las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la verdad,
hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que
oprimen una serie de naciones sin permitirles que se den la forma de gobierno
que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad
y acto seguido atropella lo más sagrado de la dignidad humana que es la
libertad de conciencia eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto?
No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho
con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar
mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la
tierra (voces de protesta). ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no
pretenda teñir a los demás! —los Colorados se levantan para salir de la
Asamblea—.
¡Un
momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos? Pero si no aguantan nada, no,
pero si no he terminado, tomen asiento. Ya sé que es costumbre de ustedes
abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado; pero no
he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos… todavía tengo que decir algo
de los Verdes, ¿no les es gustaría escucharlo? Siéntese (va y toma agua y hace
gárgaras, pero se da cuenta que es vodka).
Y
ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?: “Ya votó por nosotros”, ¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes
también tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo, ustedes también son
medio soberbios, como que si el mundo fueran ustedes y los demás tienen una
importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy
bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la
fuerza del dinero. Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el
bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos
problemas de la vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy
de acuerdo con ustedes es la forma que ustedes pretenden resolver esos
problemas, ustedes también han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado
de los más bellos valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco
se han ido convirtiendo en los acreedores de la Humanidad y por eso la
Humanidad los ve con desconfianza.
El
día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia dijo que
el remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles,
refrigeradores, aparatos de televisión; ju… y yo me pregunto: ¿para qué
queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos
refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué
queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros
hijos? (aplausos).
Debemos
de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por
su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de
superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más
digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no
será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad
colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos de ustedes, de los
países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros
los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares.
Ayúdennos
pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas,
ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la ciencia, en la
técnica… pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y con la
miseria (aplausos). Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestra dignidad
como seres humanos y nuestra personalidad como naciones por pequeños y débiles
que seamos; practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad, que nosotros
sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos como simples peones de
ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos como lo que
somos, no solamente como clientes o como ratones de laboratorio, sino como
seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos.
Señores
representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace
exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi
país, espero me sea aceptada. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como
Excelencia sino como un simple ciudadano, como un hombre libre, como un hombre
cualquiera pero que, sin embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos
los hombres de la tierra, el anhelo de vivir en paz, el anhelo de ser libre, el
anhelo de legar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor
en el que reine la buena voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr
ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos,
ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan
obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las
sublimes palabras que hace dos mil años dijo aquel humilde carpintero de
Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones: “Amaos… amaos los
unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes entendieron mal, confundieron
los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los
unos contra los otros”
He
dicho…
De Mario Moreno "Catinflas", México - 1.967
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